Por: Jesús Guerrero, Emiliano Tizapa y Arturo de Dios Palma.

Son las 10 de la noche de sábado en Taxco, en un cuarto de cinco por tres metros, que funciona más como la bodega de una miscelánea, cuatro mujeres sentadas en sillas de plástico, corean canciones a todo volumen que reproducen desde una pequeña bocina. Tres beben cerveza en pequeños vasos, la otra directo de la lata de una Corona. Después de un rato, de unas rolas y de unos tragos se animan a platicar. Confiesan que no es común que estén en este lugar, pero en los últimos años para muchos taxqueños ir una cantina o antro de moda a divertirse dejó de ser una opción por la violencia.  Ahora, dicen, prefieren reunirse en casa de alguien o en una tienda de confianza donde te dan chance.

“Es que en los bares luego llega gente de esa y todo se pone muy raro y luego al salir uno tiene que cuidarse de la policía”, dice una de ellas. 

Esta medida la han adoptado todos. Todos. En las colonias populares y también en las más acomodadas.

Casi a las 11 de la noche, el tendero da el primer aviso de que cerrará y que no habrá chance de quedarse un rato más porque ya pidió un taxi. Una de las mujeres hace lo mismo: llama por celular para pedir que vengan por ella. Para los taxqueños tomar un taxi después de que llega la noche no lo consideran seguro.

Beber en lugares de confianza y tomar taxis de conocidos, se están convirtiendo en medidas inquebrantables para los taxqueños. Nadie se confía. 

Cuando la miscelánea cierra, las calles estrechas de la ciudad lucen casi desiertas, sólo algunos turistas pasan de vez en cuando. Pero los locales definitivamente no. Una pareja de adultos está parada en la puerta de su casa sobre una de las principales avenidas de la ciudad. 

Noche de sábado 14 de septiembre en la avenida Benito Juárez frente al Ayuntamiento Municipal de Taxco, los pocos turistas que caminaban hacia el zócalo. Foto: Emiliano Tizapa Lucena

La pareja cuenta que ver las calles desiertas por las noches cada vez es más habitual en Taxco. Explica que la violencia los ha obligado al encierro, además de que la vida va desapareciendo después de las 7 de la noche, cuando las combis del transporte público deciden suspender el servicio.

“Lo que pasa es que la gente decidió encerrarse en sus casas, y por cómo están las cosas prefiere ya no salir. La gente encierra porque dice: salgo a que me desaparezca esta gente o la policía, sí la policía”, dice el hombre.

—¿Después de la detención de los policías municipales cómo ve la ciudad?

—Difícil porque el alcalde ni siquiera dio su último informe de gobierno, tuvo miedo de que la gente protestará. La gente está enojada. Para el grito de Independencia nuevamente se va esconder porque lo hará desde el ayuntamiento y no en el zócalo como se acostumbra.

Otra medida que han adoptado los taxqueños es evitar nombrar a la organización criminal que opera en la ciudad: la Familia Michoacana. Prefieren referirse a ellos con eufemismos. 

Más adelante de la casa de la pareja, en una pequeña puerta de metro y medio de ancho por dos de alto, da acceso a una de las tres cantinas que resisten. En los años setentas, los más viejos recuerdan 33 cantinas en todo Taxco que recibían a una diversidad de visitantes y locales.

Apenas atraviesas la cortina el tufo del humo de cigarro golpea, el sonido de la rocola y el choque de copas y tragos sirviéndose.

El espacio es pequeño: la barra, cinco mesas, cartones de caguamas apiladas, un refri enorme cargado de caguamas y dos pequeños espacios que sirven de baños para mujeres y hombres.

El ambiente es tenso, algunos fuman y beben enmarañados en su rollo. Pero hay quien observa a todos. Los dueños de la cantina antes de cerrarla decidieron reducir sus ganancias. 

Desde hace años, la Familia Michoacana controla la distribución y venta de cerveza y otras bebidas alcohólicas. En la ciudad ninguna tienda Oxxo vende cervezas o licores. Los criminales deciden quién vende y quién no y ellos establecen el precio.

El control sobre las bebidas alcohólicas llegó al extremo: en Taxco nadie podía caminar por sus calles, ni por el centro con una cerveza en la mano. Si una patrulla de la Policía Municipal lo detectaba, lo detenía de inmediato. 

“Hay muchos casos, yo no creía, hasta que me lo contó mi hija que salió con sus amigos: los policías municipales casi casi cazaban a los que salían de los bares y si te veían con una cerveza los detenía, los esposaba y les sacaban hasta 2 mil pesos”, cuenta una comerciante.

Vista panorámica de Taxco, al fondo se observa la catedral de Santa Prisca, y los techos de teja característicos de la ciudad colonial. Foto: Emiliano Tizapa Lucena

Es el domingo 15 de septiembre, son las 9 de la mañana. Una trabajadora de un hotel muestra orgullosa la vista panorámica de Taxco. La catedral de Santa Prisca, los hoteles emblemáticos, el Cristo gigante y los pueblos cercanos a la cabecera municipal. Cuenta un poco el esplendor y cómo han ido muriendo los grandes hoteles.

La mujer tiene unos cincuenta y tantos años, y dice que desde el Cristo, Taxco parece un embudo.

—¿Qué podemos visitar hoy?

—Pueden ir al Cristo, se toma una combi unas calles abajo y le dicen que los deje lo más cerca. Nada más no se alejen mucho, no bajen para la carretera. Ahorita también es temporada de recolectar hongos azules característicos de la Taxco, están para el cerro del Huixteco, pero para allá no les recomiendo, dicen que allá se reúnen la gente esta. 

—¿Juliantla queda muy lejos?

—No, Juliantla es muy bonito, primero se tiene que ir a Tehuilotepec, que también es un pueblo muy bonito, pero no les recomiendo ir. Juliantla sigue después de Tehuilotepec, pero tampoco les recomiendo ir. Mejor vayan donde haya turistas. 

Sobre una antigua Cartelera Municipal lucen fichas de búsqueda de personas desaparecidas. Foto: Emiliano Tizapa Lucena

Tercera escena. En la esquina de las calles Real de Cuauhtémoc y Nogal, está un rectángulo metálico pegado a la pared, el lugar rompe con la “armonía” de la ciudad, es el único en la zona del centro donde están pegadas fichas de búsqueda de personas que fueron desaparecidas. Tras una ráfaga de fotografías. Una joven se acerca rápidamente. 

—¡Hey amigo! En calidad de qué estás tomando una foto. ¿Quién eres o qué?, ¿Eres turista o qué eres? —Interroga con firmeza. 

—Ando conociendo Taxco, me agradó la calle y tomé una foto.

—Ok. ¿Nos podemos tomar una foto juntos tu y yo? —pide la desconocida a un desconocido. 

—No, tengo que continuar, venimos con unos amigos a recorrer Taxco.

—Que se diviertan mucho en Taxco.

El cuestionamiento de la joven se puede interpretar como la vigilancia permanente que hay en la ciudad: todo extraño que intente hurgar debe ser identificado de inmediato. 

La calle Del Arco, contigua al mercado central, a las 3 de la tarde del domingo 15 de septiembre, sin turistas. Foto: Emiliano Tizapa Lucena

Cuarta escena. El 28 de agosto, al menos 43 personas, entre mujeres y hombres fueron detenidos, no se trató de una célula criminal sino de agentes y funcionarios de la Secretaría de Seguridad Pública de Taxco. 10 fueron procesados, el resto liberados. Cuatro lograron comprobar que eran policías municipales, de seis quedó la duda. El titular de la dependencia, Christopher Hernández Cuevas, alias “La Sombra”, está prófugo. Los taxqueños no lo ubican como originario de la ciudad.

La Guardia Nacional y el Ejército tomaron la seguridad, recorren algunas calles y se apostan en el Centro.  Algunos policías municipales siguen en activo, de vez en cuando salen en grupos de tres del ayuntamiento, ubicado en la calle Benito Juárez. Los municipales salen desarmados y embozados, utilizan gorra, llevan un radio y caminan sin mostrar el rostro.

Dos semanas atrás, la Fiscalía General del Estado (FGE) vinculó a proceso a los agentes por desaparición forzada. En un teléfono celular encontraron dos fotografías. La primera con un cuerpo envuelto de plástico en la cajuela de un vehículo. La segunda, dos policías que escarban un pozo. Las evidencias y la apertura de la fosa clandestina en la comunidad Espejo Potrero llevaron a la localización del cadáver de Enrique Hernández Avilez, de 55 años, un comerciante que lo desaparecieron el 18 de junio.

¿Por qué las autoridades estatales y federales permiten que los policías municipales continúen recorriendo las calles embozados?

Agentes de la Guardia Nacional vigilan en el zócalo de Taxco. Foto: Emiliano Tizapa Lucena

Pero no es todo, otro taxqueño que nos cuenta la situación, bajo la petición de anonimato. Dice que en realidad las cosas continúan igual, ahora por la ciudad caminan decenas de supuestos trabajadores del ayuntamiento con un chaleco rosa, color característico del gobierno de Mario Figueroa, que su única labor es vigilar.

Taxco, afirma el hombre, está en una decadencia. Antes la minería y la producción de refresco (porque aquí se inventó el refresco Yoli y el Agua Taxco) junto a la hotelería mantenían la economía local. También hace tiempo en la ciudad vivieron Arturo Beltrán Leyva y los hijos de Joaquín Guzmán Loera, los que ahora apodan “Los Chapitos”, pero a pesar de ello Taxco vivía en paz, con grandes flujos de dinero.

La decadencia, dice el hombre, comenzó tras el asesinato de Beltrán Leyva en 2009. La irrupción de Los Rojos y posteriormente la Familia Michoacana en Taxco.

Este municipio ha sido importante porque se convirtió en un lugar estratégico para la ruta de la droga que venía desde Acapulco-Chilpancingo-Iguala con destino hacia el Estado de México, Morelos o Tierra Caliente.

Pero lo que han padecido los taxqueños en los últimos 15 años es el cobro de cuota y la extorsión, eso ha carcomido a sus habitantes, ha desplazado a miles y ha provocado el cierre de decenas de negocios.

El hombre nos cuenta algo más: hace unos meses le hablaron por teléfono, lo citaron en Tetipac, lo subieron a la oscuridad de un cerro. Ahí le pidieron que hiciera y dejara de hacer cosas que por seguridad para la fuente no describiremos más detalles. Pero asegura que la Familia Michoacana tiene su teléfono, le marcan cuando quieren y a raíz de ese estrés se ha enfermado.

Cuarta escena. Una empresaria, que también pide anonimato, dice que desde que la Guardia Nacional y el Ejército tomaron la seguridad, en la ciudad se siente menos tensión. La ciudad, dice, está siendo vigilada hasta con drones,  que en redes sociales  han confundido con avistamientos de Ovnis. Eso la hace sentirse más segura.

Confiesa que en lo que va del 2024, este puente por la celebración del inicio de la Independencia, fue el primero en el que hay más del 70 por ciento de ocupación hotelera en Taxco. Es una bocanada de aire fresco para la economía. Espera que diciembre sea una buena temporada y, también espera con ansias, el cambio en el gobierno municipal. Con el gobierno de Mario Figueroa, la violencia, que ya estaba ahí, se hizo mucho más visible. 

“Taxco es un pueblo chico, muchos me contaba con el “dicen” que robaban coches en la carretera, yo no lo creía porque nunca llegó un cliente que me dijera que le había pasado algo, pero ahora ya vi cómo hombres armados recorren las calles con sus armas largas con total impunidad. Y también cómo los policías municipales subían a las patrullas a quien veían con una cerveza en la calle, los esposaban y tenían que pagar de 3 a 4 mil pesos por liberarte”.

Con Mario Figueroa como alcalde sucedieron hechos que han tenido una trascendencia hasta en la prensa internacional.

El zócalo de Taxco en domingo 15 de septiembre donde el poco turismo que llegó caminaba por sus calles empedradas. Foto: Emiliano Tizapa Lucena

En febrero la ciudad se paralizó, el transporte público suspendió el servicio después de  varios asesinatos a choferes. Esa vez, recuerda la empresaria, fueron tres días en que sus trabajadoras tuvieron que llegar desde sus comunidades caminando y también regresar de la misma forma. Antes tres reporteros, uno de ellos con su esposa e hijo, estuvieron desaparecidos durante días. También fue un escándalo. En marzo de este año, el feminicidio de Camila, una niña de ocho años, estremeció al país completo. Este capítulo terminó de la peor manera: la presunta secuestradora y feminicida de la niña fue linchada, ante la inacción de las autoridades. El último capítulo: la detención de policías que secuestraban y desaparecían personas. 

El pleito que mantuvo el alcalde con la gobernadora, Evelyn Salgado Pineda, dice la empresaria, no ayudó en nada a la ciudad.

En Taxco, dice la empresaria, los únicos que tienen seguro un salario son los empleados del Ayuntamiento, del ISSSTE, los de Coca-cola y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). El resto de la población va al día, así como la extorsión. En Taxco muchos la pagan, pero todos la padecen. 

La empresaria asegura que a la puerta de su negocio no ha llegado nadie a extorsionar pero, al final, dice, termina pagándola. 

En Taxco la extorsión ha provocado que los precios aumenten hasta en un 300 por ciento, sobre todo en los productos de la canasta básica como el pan, el huevo, la tortilla, el pollo, la carne, las verduras, la cerveza, el transporte.

Pone un ejemplo: una caja de tomate en Cuernavaca cuesta 160 pesos, en Taxco cuesta 500. 

“Así está todo, cada vez más caro, así no es necesario que le cobren la extorsión directamente porque todos ya lo pagamos”.

Taxco está resistiendo, el turismo cada vez llega menos, por ahora sobreviven de quienes compran plata, pero sólo se quedan un día y se van, lo que no es suficiente para hacer viable un negocio.

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