Acapulqueños: 50 años viendo el “gozo ajeno”
Ramón Gracida Gómez
“Los nativos jamás imaginaron siquiera —como nos ocurrió a la totalidad— que nuestro Acapulco, la tierra amada, aleada con el polvo y las cenizas de nuestros ancestros, a través de milenios de habitarla; pronto sería convertida en botín de codiciosos y avorazados modernos “conquistadores”.
El cronista Rubén H. Luz Castillo escribió estas palabras en 1971 como parte de su proemio de su libro Recuerdos de Acapulco Tomo I, pero dan una sensación de actualidad a 54 años de distancia.
En el año de su publicación, el gobierno del priista Luis Echeverría Álvarez puso en marcha el Plan Acapulco, una política urbana ambiciosa para ordenar el crecimiento descomunal de la población que en unas cuantas décadas cambió radicalmente el paisaje del pequeño municipio, transformación a costa de los viejos pobladores y su vida cotidiana que el escritor acapulqueño reivindica en sus pequeñas narraciones sobre algunos personajes pintorescos.
Más de medio siglo después, una nueva política del gobierno de México encabezado por la morenista Claudia Sheinbaum Pardo pretende corregir el rumbo desmejorado del municipio tras el paso de los huracanes Otis y John, con la implementación del programa Acapulco se transforma contigo, que consiste principalmente en la conversión del municipio en un Centro Integralmente Planeado (CIP), como lo son Cancún, Los Cabos, Ixtapa-Zihuatanejo.
En los 10 meses que suman oficialmente la política federal, el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) se ha enfocado en algunos cambios en la avenida Costera, la más importante de Acapulco.
Foto 1))))
Pero el trabajo de Fonatur va más allá de cambios materiales, se está disputando la identidad acapulqueña y la memoria del municipio para moldear la historia en la que prevalece la visión turística y empresarial, olvidando los estragos que ha ocasionado.
“La intervención integral tiene como premisa fundamental la colaboración interinstitucional y la homologación de criterios de diseño, para garantizar una imagen coherente, armónica y representativa del puerto. El enfoque de este esfuerzo parte del reconocimiento de la identidad histórica y cultural de Acapulco, uno de los destinos turísticos más emblemáticos de México tanto para visitantes nacionales como internacionales”, explicitan los Lineamientos de Diseño del CIP.
La fachada del hotel Dreams permanece intocable desde el 25 de octubre de 2023, las ventanas desaparecieron y las paredes quedaron carcomidas, un recuerdo constante de lo que sucedió aquella madrugada del huracán Otis.
El alto edificio fue inaugurado en 1971 como hotel Plaza Internacional Hyatt Regency Acapulco, en aquel mismo año fueron creados los hoteles Condesa del Mar, hoy Fiesta Americana, y el Princess, este último inaugurando lo que años después sería la zona Diamante.
“Si es como ellos dicen (nuestros despojadores) que Acapulco fue transformado en un “paraíso”, también es cierto que los acapulqueños sólo somos espectadores del gozo ajeno”, publica a la par H. Luz Castillo.
Unas enormes mallas verdes cuelgan del Dreams, cuya altura empequeñece aún más a las modestas construcciones de la colonia Icacos, del otro lado de la avenida Costera, uno de los grandes contrastes del municipio. El olor a pescado frito de alguno de los puestos banqueteros del popular asentamiento urbano aromatiza la desigualdad.
Los terrenos ejidales de Icacos fueron adquiridos en 1947 por el gobierno de Miguel Alemán Valdés como parte del desarrollo del Plan Regulador del Puerto de Acapulco para urbanizar al aún pequeño municipio.
De aquella época sólo restan crónicas y fotos, como la que decora el aún vigente Bar del Puerto, resquicio del viejo Acapulco que abrió sus puertas en 1951, firmada por José de Jesús Pintos y en la que se puede ver un día cualquiera en el Zócalo, cuando los automóviles transitaban aún frente a la Catedral, intrascendente camino que a casi un siglo de distancia revela esa transformación profunda de la ciudad.
A unas cuantas cuadras del Bar del Puerto de la calle Benito Juárez, se encuentra el hotel La Misión en la calle Profesor Felipe Valle, abrió sus puertas como hotel Monterrey en 1920. Para Josué Rosales, dueño del bar de luz tenue en el que ha transitado la vida cultural desde hace varias décadas, le es difícil pensar en otro establecimiento céntrico con tantos años de duración.
A la par del inicio del Plan Acapulco y 60 días después de la matanza estudiantil El Halconazo del 10 de junio de 1971 en la capital del país, el gobierno de Luis Echeverría decretó en el Diario Oficial de la Federación el 10 de agosto la creación de Cancún, que a la postre se convertiría en el nuevo Acapulco.
¿Tragedia y farsa? Esta vez Cancún, desoye a Marx el editor de la revista Esquire Magazine y escritor de libros de viaje, Richard Joseph, “será cuidadosamente supervisado y controlado por el gobierno. Sin hoteles de gran altura ni condominios que se construyan desordenadamente tan cerca que oculten el sol de sus piscinas. Sin atascos de tráfico. Con alcantarillado preconstruido, así que sin problemas de contaminación”.
Su deseo escrito apenas un año después de la creación oficial del sitio turístico de Quintana Roo refleja el espejo en el que se mira: Acapulco crece desbordadamente y las colonias altas del Anfiteatro nacen antes de tener servicios públicos.

Una de estas colonias fue la Morelos, escenario precario en el que nació en los mismos años el conjunto musical Acapulco Tropical.
“Adiós, adiós a mi puerto/De ti me voy a alejar/Me llevaré tus recuerdos/Que nunca podré olvidar/Acapulco, bello puerto/De belleza tropical”, resuena el popular grupo en alguna cantina lúgubre del centro entre la pobreza y la prostitución, parte del polígono de intervención de Fonatur.
“Siempre he considerado que existen dos Acapulcos: el Acapulco turístico y el de las colonias populares. Es urgente resolver los problemas de la tierra que con esa expansión demográfica acapulqueña se ha venido complicando”, dice Luis Echeverría, quien inauguró los Vuelos de la Muerte de la Base Militar Aérea de Pie de la Cuesta de contrainsurgencia.
La cita es referenciada en la tesis doctoral La Vulnerabilidad del Paraíso de Manuel Ignacio Ruz Vargas, en la que critica que las políticas públicas para fomentar el turismo han sido “determinadas principalmente por funcionarios públicos e inversionistas privados, externos a la localidad, que se han caracterizado por alterar el medio ambiente y el estilo de vida de la población local”.
Desde su posición como vicepresidente de Ia región V del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), Ruz Vargas promueve la declaración del Centro Histórico y forma parte del Colectivo Ciudadano de Recuperación del Jardín del Puerto, disputado sitio ubicado entre el edificio del Centro Portuario de Acapulco y el Malecón, en el que Sheinbaum Pardo prometió en agosto mantener 90 por ciento de áreas verdes.
Pero la Administración del Sistema Portuario Nacional (Asipona), empresa vinculada a la Secretaría de Marina (Semar), avanza en la obra puesto que el Jardín del Puerto “es un activo que no genera ganancias al puerto y por el contrario su deterioro representa una mala imagen a la ciudad”, justifica en su Programa Maestro de Desarrollo Portuario 2024-2029.

En septiembre, el director de Fonatur, Sebastián Ramírez Mendoza, acordó con los ciudadanos defensores del Jardín del Puerto suspender la obra y presentar el proyecto de remodelación. No sucedió.
“Los acapulqueños son muy trabajadores, muy muy trabajadores, muy generosos, inventaron, yo te diría, o desarrollaron un arte en México que es el de la hospitalidad”, dice Ramírez Mendoza en uno de los capítulos de la serie documental Siempre tendremos Acapulco del canal 22, difundida este año como parte de la reconstrucción del municipio y en la que se insiste en la versión romántica de su historia.
Los cinco capítulos repiten las mismas historias de siempre de Hollywood, meras anécdotas nostálgicas de la época dorada del turismo gringo avecindado en Acapulco; reales sí, pero insuficientes para plasmar el origen de la pobreza extrema y el desorden político-urbano que han prevalecido a lo largo de las últimas décadas.
“Es una virtud o una ventaja fantástica su cercanía con el Valle de México, con Puebla, ésa es otra ventaja que tiene frente a otros destinos y luego pues tiene un sabor propio, tiene algo, tiene una personalidad, es una ciudad con personalidad, creo que también eso le da un agregado especial”, sostiene el director de Fonatur.
¿Qué escribiría Rubén H. Luz Castillo?