Guerrero: la violencia como
instrumento político

 

Arturo de Dios Palma, Emiliano Tizapa y Jesús Guerrero


Era 2014 y en Chilapa una organización criminal dominaba todo: Los Rojos. Nada, ni nadie impedía que operaran como quisieran: en el día se podían ver caravanas de seis o siete carros pasar por el centro de la ciudad repletos de hombres que dejaban ver sus fusiles por las ventanas. Una que otra vez se detenían con toda tranquilidad a comprar una de las tradicionales nieves. Por las noches el olor a marihuana impregnaba el zócalo: los armados instalaban un retén justo fuera de la catedral dedicada a la santa patrona del pueblo, la virgen de la Asunción.

El líder de Los Rojos, Zenen Nava Sánchez, El Chaparro, ocupó un lugar predominante en el municipio. Todos lo conocían, muchos se decían amigos de él. Incluso era sabido que patrocinaba corridas de toros para celebrar al santo patrono de uno de los barrios tradicionales. Los Rojos arreglaban asuntos de dinero entre vecinos o riñas de borrachos. Casi nada estaba fuera del control de El Chaparro.

Nadie le negaba nada. Por ejemplo, cuando quiso fundar la colonia Corral de Piedra —como se llama la comunidad donde nació su tío, Jesús Nava Romero, El Rojo, en la sierra de Leonardo Bravo— el entonces alcalde, el priista Sergio Dolores Flores, no puso ningún impedimento. El dominio duró unos cuatro años.

La madrugada del 7 de julio todo dio un giro. La hegemonía se acabó y comenzó la lucha. Ese día fue la primera incursión de Los Ardillos a Chilapa. Las cifras oficiales reportaron seis muertos en distintos puntos de la ciudad. Dos días después, el 9, se desató la disputa. En pleno centro un grupo delictivo se enfrentó a tiros con policías estatales. Unos 40 minutos duró el intercambio. Por todos lados se escucharon las armas largas y los bazucazos. Otra vez el reporte oficial dijo que murieron siete personas, seis sicarios y un agente.

A esta versión, los testimonios de los vecinos la derribaron. Unos dijeron que la calle Insurgentes, donde se dio el enfrentamiento, se convirtió en una carnicería: decenas de cuerpos quedaron tirados acompañados de una gran mancha de sangre. Otros cuentan que los sicarios arrastraron a sus heridos en medio de la huida. Al otro día en las paredes, las cortinas, la ventanas quedó el rastro de la balacera.
Desde entonces, las balaceras, los asesinatos, las desapariciones no se han detenido, al contrario cada vez son más cruentas, más salvajes, más despiadadas y, peor aún: no se ve el final. 

La balanza entre Los Rojos y Los Ardillos se inclinó en mayo de 2015. Ocurrieron dos hechos que marcaron la disputa. El primer día de ese mes, cuando regresaba de un acto de proselitismo, en la comunidad de Atzacoaloya un grupo armado detuvo a la caravana del candidato del PRI a la alcaldía, Ulises Fabián Quiroz. Preguntaron por él, cuando lo identificaron lo bajaron de su camioneta, lo aislaron, lo hincaron y le dispararon en la cabeza.

Fabián Quiroz era el candidato del entonces alcalde, Francisco Javier García González, a quien las autoridades federales lo investigaban por presuntos vínculos con Los Rojos. Apenas terminó su periodo y García González se desterró de Chilapa.

Ocho días después vino la incursión que marcó el desplazamiento de Los Rojos. El sábado 9 de mayo llegaron a la cabecera municipal unos 300 hombres armados a bordo de camionetas provenientes de los pueblos que controlaban ya en ese momento Los Ardillos. Tomaron la comandancia de la Policía municipal, les quitaron las patrullas y las armas y se hicieron de la seguridad: instalaron retenes, catearon domicilios y negocios e hicieron detenciones. Todo a la vista de militares, gendarmes y policías estatales.

Los armados se dijeron policías comunitarios y dejaron en claro su objetivo: cazar al líder de Los Rojos. Estuvieron cinco días y no pudieron lograrlo. Salieron pero consigo se llevaron a por lo menos 16 jóvenes que hasta ahora no regresan.

Los Rojos tampoco pudieron regresar o por lo menos ya no como antes. Todo ese tiempo, Los Ardillos lo han ocupado para eliminar todo lo que tenga que ver con Los Rojos y su líder. 



Esa disputa dejó más de 300 asesinatos, en un pueblo que apenas llega a los 25 mil habitantes.

De los dos grupos, Los Ardillos son los que han incrementado su poderío en Chilapa y en toda esa región. Alguien que ha seguido su crecimiento y sus operaciones es el vocero de colectivo de familiares de desaparecidos Siempre Vivos, José Díaz Navarro. 

Ha registrado la presencia de Los Ardillos en 12 municipios: Chilapa, Zitlala, Tixtla, Chilpancingo, Quechultenango, Mochitlan, Atlixtac, José Joaquín Herrera, Ahuacuotzingo, Mártir de Cuilapan, Acatepec y Zapotitlán Tablas.

Díaz Navarro lo tiene claro: Los Ardillos han logrado tanto poder por una razón: por su capacidad de corromper autoridades y comunidades enteras.

El vocero dice que Los Ardillos tienen en su nómina a policías municipales de Mochitlán y Quechultenango, donde está su bastión, pero también tienen a su servicio a policías comunitarios que operan en Chilpancingo, Chilapa y Zitlala.

¿Cómo lo han logrado? Díaz Navarro responde sin titubear: por la operación política de Bernardo Ortega Jiménez, hermano de Celso y Antonio Ortega Jiménez, presuntos líderes de Los Ardillos. 

En 2014, Bernardo Ortega se encumbró en la política local: fue designado como presidente del Congreso, ese momento coincidió con las ganas de sus hermanos de disputar nuevos territorios. 

Cada vez que se le pregunta por sus hermanos, Bernardo Ortega asegura que no sabe a qué se dedican, pese a que el grupo delictivo lo fundó su padre: Celso Ortega Rosas, La Ardilla.

Desde el Congreso, dice Díaz Navarro, Bernardo Ortega gestionó protección para sus hermanos. 

Díaz Navarro ha seguido de cerca a Los Ardillos por una razón: los responsabiliza del asesinato de sus hermanos, Alejandrino y Hugo, ocurrido en noviembre de 2014.



A los dos se los llevaron hombres armados de la comunidad El Jagüey, en Chilapa, hacia Quechultenango, según las propias investigaciones de Díaz Navarro. 

Durante tres días siguieron a través del GPS la camioneta donde se los llevaron. El último momento que la tuvo localizable fue precisamente cuando se encontraba en la cabecera municipal de Quechultenango. Avisó a las autoridades pero nadie se atrevió a incursionar en el bastión de Los Ardillos. Tres días después, los cadáveres de los hermanos de Díaz Navarro aparecieron cercenados en una camioneta incendiada estacionada en camino rural de Chilapa.

Los Ardillos es un grupo criminal que opera en Guerrero desde hace más de tres décadas. El fundador fue Celso Ortega Rosas, La Ardilla, asesinado el 26 de enero de 2011, tras el crimen, el control de la organización recayó en sus hijos Celso y Antonio, según las autoridades.
Hasta antes de 2014 Los Ardillos eran conocidos como productores de amapola y otras drogas que después vendían a otros grupos. No había registro de que disputara el control de otros territorios que no fueran el suyo.

Ahora, la Fiscalía General del Estado (FGE) los ubica en toda la región Centro, la Montaña, parte de la Sierra y la Costa Chica.

Pero su bastión, la comunidad de Tlanicuilulco, en Quechultenango, es impenetrable. 

Desde hace años no se sabe de una incursión policiaca o de actos de violencia. Es un territorio donde nada se dispone sin su voluntad, donde su presencia es casi omnipresente.

Los Ardillos en los últimos años es el grupo que más ha expandido su poderío, ha logrado casi de todo. Todo lo han logrado a punta de violencia. 

A punta de masacre, de asesinatos, de asaltos a pueblos completos ha construido su territorio, donde controlan todo, desde precios y distribución de productos de la canasta básica hasta temas electorales. 

Han implementado una especie de corredor político-criminal que es impenetrable, incluso electoralmente hasta para Morena, un fenómeno electoral que desde 2018 arrasa donde compite. 

En ese corredor el gobierno federal tiene ubicados a alcaldes y alcaldesas con presuntos vínculos a Los Ardillos. Tres ejemplos. 

Uno: Alejandro Arcos Catalán ganó la alcaldía por los votos logrados en las comunidades que conforman El Valle del Ocotito. Arcos Catalán fue el único al que se le permitió hacer campaña en ese territorio, los demás lo tenían prohibido. 

Dos: Mercedes Carballo Chino, alcaldesa de Chilapa, a quien ubican como cuñada de Celso Ortega. En Chilapa ahora se vive un control absoluto, incluso, más profundo del que lograron Los Rojos hace más de una década. Un dato: los ayuntamientos de Chilpancingo y Chilapa utilizan el mismo eslogan: “Chilpancingo Renace”, “Chilapa Renace”, los dos ayuntamientos también los caracteriza el mismo color, el azul. ¿Coincidencia? 

Tres: Guillermo Matías Marrón, alcalde de Atlixtac, el 4 de marzo de este año, encabezó una marcha de pueblos de su municipio, además de Chilpancingo, Chilapa, Mochitlán, Quechultenango, Acatepec, Zapotitlán Tablas y Tlacoapa, Zitlala, Apango, Ahuacuotzingo y Tixtla, para exigir supuestamente obras públicas al gobierno del estado. 

En todos estos municipios la organización criminal Los Ardillos mantienen un control férreo. 

El 4 de marzo, no fue la primera vez que el alcalde de Atlixtac encabezó una toma de Chilpancingo; hace dos años lideró la irrupción que hicieron en la capital. 

Al día siguiente de la irrupción, en su conferencia mañanera, el ex presidente, Andrés Manuel López Obrador y la entonces secretaria de Seguridad Pública Federal —hoy secretaria de Gobernación— Rosa Isela Rodríguez dijeron que Matías Marrón era integrante de Los Ardillos. 

Hace unos días, fue asesinado el subsecretario del Bienestar, Hossein Nabor Guillén. Lo mataron a tiros en la cabecera municipal de Tixtla, un territorio controlado por Los Ardillos.  

El secretario de Seguridad Pública Federal, Omar García Harfuch, dijo que los responsables del asesinato del subsecretario podrían ser Los Ardillos por la ubicación. 

Hay vínculos que podrían fortalecer esa hipótesis de García Harfuch: Nabor Guillén fue alcalde de Tixtla en un momento donde Los Ardillos comenzaban su control sobre ese municipio. 

En 2024, en plena campaña electoral, se publicó un video donde Nabor Guillén aparece abrazado de Celso Ortega, el líder de Los Ardillos. 



Nabor Guillén fue el candidato de Morena al distrito 24, con sede en Tixtla. Esa elección la ganó Jorge Iván Ortega Jiménez, hijo de Bernardo Ortega, sobrino de Celso Ortega.  

Hace unos meses, en una entrevista radiofónica, la ex alcaldesa de Chilpancingo, la morenista Norma Otilia Hernández Martínez reconoció que el video donde se ve saludando y platicando con un hombre, se trató de una reunión que sostuvo con Celso Ortega. 
Es el mismo hombre que Nabor Guillén abrazó . 

García Harfuch afirmó que no habían hallado un vínculo entre Los Ardillos y Nabor Guillén. 

¿Por qué Los Ardillos difundieron ese vídeo donde Nabor Guillén abraza a Celso Ortega?

¿Se rompió un acuerdo o fue una estrategia electoral?

¿Por qué la gobernadora, la morenista Evelyn Salgado Pineda, reinstaló a Nabor Guillén en su cargo, pese a que fue exhibido reunido con un líder criminal?

En lugar de reinstalarlo en su gabinete, ¿no hubiera sido bueno que lo investigara?

De este crimen, el dirigente estatal de Morena, Jacinto González Varona, dijo que era una “provocación” para el gobierno de Salgado Pineda.

En los territorios controlados por Los Ardillos han sido asesinados ya varios políticos, el caso emblemático: la decapitación del alcalde de Chilpancingo, el perredista Alejandro Arcos Catalán.

La raquítica investigación de FGE, afirma que el 6 de octubre del 2024, Arcos Catalán abandonó a su equipo, incluida su escolta, en el puente de Tepechicotlán y se fue solo a “entregar” víveres a damnificados por el huracán John. Se adentró hacia Mochitlán. Casi cinco horas después lo hallaron muerto: su cabeza estaba en el toldo y el cuerpo en el asiento del copiloto de una camioneta Robust abandonada en la calle Moctezuma en la colonia Villas del Roble, frente al hotel Real Morely, en Chilpancingo.

La lista de políticos asesinados en territorios controlados por Los Ardillos es larga, unos más brutales que otros, pero todos impunes. Está por ejemplo el asesinato de Benjamín Adame Pereyra, subsecretario de Planeación Educativa de la Secretaría de Educación Guerrero del gobierno de Salgado Pineda. Este crimen ocurrió en abril del 2024 en la comunidad de El Ocotito, un territorio, según las autoridades, controlado por Los Ardillos. También fue asesinado el ex alcalde de Chilapa, el priista Sergio Dolores Flores. 

Otro caso que cimbró a Guerrero, fue el crimen de dirigente social y aspirante a la diputación federal por Morena, Ranferi Hernández Acevedo. 

Era casi la medianoche del 14 de octubre de 2017, cuando sobre la carretera Ahuacuotzingo-Chilapa localizaron la camioneta de Hernández Acevedo. La lumbre la consumía.

Hernández Acevedo salió de Ahuacuotzingo a las 5:30 de la tarde rumbo a Chilapa a ver a su familia. Lo acompañaba su esposa, Lucía Hernández Dircio, su suegra Juana Dircio y su ahijado.

Cuando pasaba por el crucero que lleva a la comunidad de Xulchuchio, ya en Chilapa, hombres armados les hicieron el alto. Se dieron las 7 de la noche, las 9 y Hernández Acevedo no llegó, se terminó la comunicación, no contestaba el celular, tampoco ninguno de sus acompañantes.

Se prendieron las alarmas. Comenzó la búsqueda. Llamaron a la Policía. Fue hasta las 11:30 de la noche, cuando alguien reportó el incendió de una camioneta cerca del poblado de Nejapa, sobre la carretera Ahuacuotzingo-Chilapa.

Hasta ahí llegó la familia. Se encontraron con una escena de terror: en la cajuela estaban Hernández Acevedo y su esposa: tenían las manos y los pies atados con alambre. Tenían señas de haber sido torturados. En los asientos estaban la suegra y el chofer.

Hernández Acevedo fue de los fundadores del PRD en Guerrero. Fue dirigente estatal en 1993 y 22 años después renunció al partido al haberle negado la candidatura a la presidencia municipal de Ahuacuotzingo, su pueblo natal. En ese año, era la propuesta del grupo Pro-AMLO (integrado por ex dirigentes estatales del PRD) para encabezar la candidatura de Morena a diputado federal en el distrito 06, con sede en Chilapa. 

En 2018, ese distrito lo ganó Raymundo García Gutierrez, un integrante del grupo político de Bernardo Ortega. El distrito federal 06 fue el único —de los nueve que estaban en disputa— que Morena no pudo ganar. 

En 1995 la masacre en el vado de Aguas Blancas, en el municipio de Coyuca de Benítez, en la Costa Grande, marcó su carrera política. Se convirtió en un crítico de Rubén Figueroa Alcocer, por la muerte de 17 campesinos a manos de policías estatales. Hernández Acevedo era diputado local y tras la caída de Figueroa Alcocer continuó la exigencia por justicia por la masacre. Al relevo, Ángel Aguirre Rivero lo comenzó a hostigar hasta que lo obligó a dejar el país: se exilió en Francia cuatro años. El gobierno federal lo relacionó con el Ejército Popular Revolucionario (EPR).

La lista de crímenes sigue, hay ex alcaldes, regidores, ex regidores, funcionarios y ex funcionarios, mandos policiacos. 

¿Estos crímenes son una provocación? ¿Un mecanismo para imponerse? ¿Una estrategia electoral? Cualquiera de las tres, el verdadero problema es la impunidad que gozan para cometer esos crímenes con total libertad.




Chirrionazo

El sábado en el teatro hundido de la alameda Granados Maldonado en Chilpancingo, dirigentes de organizaciones sociales de Guerrero se reunieron para lanzar públicamente una postura contra Félix Salgado Macedonio, senador y padre de la gobernadora Evelyn Salgado Pineda.

Eloy Cisneros Guillén leyó un posicionamiento titulado: “Los sentimientos del sur: ¿Qué hacemos con Guerrero?”. Anunció que en asamblea el próximo 27 de octubre darán a conocer propuestas propias rumbo a las elecciones de 2027, así como un plan de desarrollo para el estado. 

Cisneros Guillén calificó a Salgado Macedonio como el “nuevo cacique” y aseguró que desde el PRD ha tenido diferencias con él, porque “no es de izquierda, es un oportunista”.

“Nuestra lucha es desterrar el nepotismo y el cacicazgo que hoy en Guerrero está representado por Félix Salgado”, dijo el preso político durante el gobierno del priista Rubén Figueroa Figueroa. 

Horas más tarde, Salgado Macedonio minimizó el posicionamiento y dijo que en Morena no hay divisiones, además divulgó en diversos medios nacionales que no se irá del partido sino es el candidato a gobernador en 2027: ¿ustedes le creen?