Guerrero y la política clientelar.
Inquietudes bourdieusianas

 

John Kenny Acuña Villavicencio*

Fotografía: David Juárez

Durante la Mañanera de inicios del 2022 en México, Andrés Manuel López Obrador  y los líderes políticos de Morena mencionaban que, ante el ofrecimiento de dinero o despensa por parte de la derecha, el pueblo disponía de condiciones suficientes para discernir y, al final, con su voto podía elegir con toda la “libertad” por quienes desearan (Proceso 2 de junio de 2023).

Desde luego, el riesgo de aceptar este argumento como tal implicaría considerar que, en medio de los escrutinios del 2024 en Guerrero, no existieron mecanismos de coerción y prácticas clientelares que se condensen en compra de votos, entrega de dádivas, promesa de empleo y manipulación de programas, sino como enfatizan los racionalistas: los individuos actuaron por intereses personales, calculísticos, utilitarios y democráticos (F. Aguiar y A. De Francisco. Racionalidad e identidad. Una crítica a Alejandro Pizzorno. Revista Internacional de Sociología, 1999, pp. 77-93).

Contrario a lo expuesto, considero que la política clientelar esconde su carácter legítimo e ilegítimo. Esto quiere decir que, por un lado, la autoridad reconoce su existencia y la fomenta y, por el otro, la niega en circunstancias o tiempos de legitimación.

Pero, esto no queda allí, el clientelismo tiene que ver también con aquellas prácticas cotidianas, donde los agentes mediadores juegan un papel estrecho y fundamental con sus clientes a tal grado de “esclarecer el enigma de su legitimidad y permanencia” (J. Auyero y C. Benzecry. La lógica práctica del dominio clientelista. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Nueva Época, Año LXI, núm. 226, 2016, p. 226.).

Dicho esto, si bien la definición del fenómeno en cuestión es mucho más compleja de lo que parece, ésta nos ayuda a desestimar, sobre todo, la idea de que la política clientelar favorece en ciertos momentos de crisis o coyunturas a los partidos políticos más fuertes o tradicionales y, sobre todo, que el voto responde a actos liberadores y racionales.

Bajo este tenor, se podría creer que los ciudadanos siempre actuarán razonablemente y, en el fondo, resaltarán que la utilidad es la medida o satisfacción de la existencia.

La prueba fehaciente se expresa en las últimas elecciones sangrientas y cuestionables del municipio de Acapulco: 55.8% para Morena-PT-PVEM; 15.6% para Movimiento Ciudadano y 14.4 % para la alianza PRI-PRD-PAN.

Sin duda, la elección racional nos demuestra que la idea de democracia está presente a pesar de la violencia, la pluralidad y la correlación de fuerzas existentes.

No obstante, me gustaría ofrecer algunas reflexiones que aporten a la comprensión de la política clientelar en Guerrero.

Para ello, es indispensable rescatar el pensamiento de Pierre Bourdieu. A diferencia de la postura arriba mencionada, debemos aproximarnos al objeto de estudio a partir de la noción de campo y de las relaciones clientelismo-sistema-político-burocracia-estatal.

 
 

 

Me parece que esta parte es el núcleo básico de discusión y donde reposa el problema de las prácticas clientelares y, por qué no, de las “figuras caciquiles” como elementos distorsionadores de cualquier democracia que se quiera definir.

Al respecto, se debe tomar en cuenta algunos aspectos a discutir: 

A) las prácticas clientelares son concomitantes y forman parte de un proceso histórico político de raíces patrimoniales. El profesor Arteaga en su libro: Esfera civil y semántica de la disputa política (2024), sostiene que la cuestión patrimonial cumplió y cumple un papel importante en la articulación de significados y mecanismos de control entre líderes, mediadores y subalternos de la política. 

B) siguiendo esta lógica, es importante afirmar, por ejemplo, que en Tierra Caliente y la Costa Grande, escenarios donde Morena disputó el 2024 las elecciones, los acuerdos políticos no sólo transgredieron la ley, sino que también fueron impulsadas por las relaciones habitus-clientelar-violencia-necesidad, 

C) no se debe dejar de lado la noción de la acción colectiva, esto es, la manifestación de agentes que buscan un beneficio-reconocimiento. El trabajo de Pablo Semán: Bajo continuo. Exploraciones descentradas sobre cultura popular y masiva (2006), nos da la pauta para analizar las relaciones jerárquicas y asimétricas en tiempos de votación, 

D) las relaciones campo-estatal-cliente-demanda son clientelismos efectivos, finos e invisibles.

En este punto, la investigación de Maristella Svampa y Sebastian Pereira: Entre la ruta y el barrio, abre el horizonte sobre la dominación imperante de la forma estatal y la contención o búsqueda de reivindicaciones al interior de las prácticas clientelares.

Finalmente, tomando en cuenta la crítica bourdieusiana, las respuestas individuales o racionales están condicionadas por un campo si se quiere político-burocrático.

Cuando los racionalistas enfatizan “¿Por qué alguien ejecutó tal acción?” En realidad, no sólo se debe a que el sujeto dispone de razones para hacerlo o que aclame de manera abierta su libertad, sino más bien éste se encuentra atado a ciertas disposiciones y condiciones objetivas del campo en el que se encuentra.

En ese sentido, el clientelismo no es otra cosa que una especie de habitus, es decir, una forma de relación social (legítima e ilegítima) que ha servido y sirve para garantizar el consenso y la tasa de ganancia.

Aquí, valdría bien las siguientes inquietudes: ¿Por qué otorgarle al clientelismo una carga atemporal y no política cuando en realidad ésta responde a la formación social y abigarrada del campo estatal? ¿Qué sentido tiene pensar el clientelismo si no se toma en cuenta las relaciones simbólicas, de poder y dominación, pero también de impugnación individual y/o colectiva? ¿El clientelismo no es acaso una forma de acceder a la “democracia de calidad”?

De ser así, ¿hasta qué punto es posible imaginar el cumplimiento de ésta a partir de ciertos agentes mediadores que no hacen sino reproducir prácticas corruptas históricas y discursos de líderes y políticos atrincherados en el campo-burocrático-estatal? ¿Guerrero está condenado a padecer de estas experiencias antidemocráticas y clientelares?

 
 

*John Kenny Acuña Villavicencio es profesor e investigador de la Universidad Autónoma de Guerrero.