La emergencia del liderazgo materno
en México, el trauma de la
desaparición forzada

 

Claudia E. G Rangel Lozano*

 

En México, la desaparición forzada de personas se ha constituido como un fenómeno emblemático, que condensa la tendencia mundial de la necropolítica, en un escenario en el que predomina un orden global criminal.

En este breve artículo se atenderá la emergencia de las madres buscadoras de sus hijos desaparecidos, como la expresión potencial del mito de la madre en América Latina y, particularmente en México, que representa lo que Lagarde[1] acuñó como las madreesposas, mujeres que viven el cautiverio del trabajo doméstico y de cuidados en los espacios privados de sus hogares, para transitar a los espacios públicos, como son las  fosas clandestinas, las oficinas de gobierno, las calles, las iglesias, las escuelas, con el objetivo de encontrar a sus hijos e hijas.

Al mismo tiempo, las madres se sitúan en el centro del activismo feminista, tanto aquellas cuyas hijas fueron víctimas de feminicidio, como las que desconocen el paradero de sus hijos e hijas.

Aquí se ponderará el mito de madre cuya valoración se otorga en razón de su ser materno centrado en la procreación. De este modo, se entiende que la labor de búsqueda, y el ejercicio de verdad, atribuido al Estado, se desplaza “naturalmente” hacia las madres, quienes asumen el trabajo de búsqueda que engloba diferentes saberes, el conocimiento del marco jurídico para la protección de las personas contra la desaparición forzada, el uso de herramientas para la búsqueda, las manifestaciones políticas, los mítines y plantones.

Las madres inician su participación desde los mandatos de género como son la domesticidad, el cuidado y la protección de su familia, no obstante ello, en este desplazamiento, su presencia en múltiples espacios públicos, las ubica como agentas constitutivas de una emergencia nacional sin parangón, que se articula a un proceso de autoreconocimiento como defensoras de derechos humanos.

Ser madre de una persona desaparecida como otra opresión más del sistema patriarcal necropolítico.

Además de las múltiples opresiones derivadas de la clase, el sexo y el género, aquí se propone que, específicamente en México, se asiste a la emergencia de las madres buscadores que cargan el estigma de que sus descendencias fueron desaparecidas.

Ya desde la década de los setenta, en el escenario del terrorismo de Estado, las familias, víctimas de la desaparición forzada, fueron señaladas como responsables, así fue como el Estado construyó un discurso hegemónico que les culpó por su disidencia política, para extenderse hacia la sociedad mediante la estigmatización, con la intención de legitimar la desaparición forzada de la que el Estado fue culpable.

En el escenario actual, se asiste al predominio de un Estado que actúa en convivencia con el crimen organizado y, al mismo tiempo, construye la narrativa del enemigo ficcionalizado [2], por lo que particularmente los hombres desaparecidos, entran dentro de esta ficción que estratégicamente culpa a las madres de su descarrío.

Es la experiencia de la señora Claudia Rosas Pacheco, quién coordinara los trabajos de búsqueda del Colectivo Rastreadoras por la paz de Sinaloa. Su hijo Javier Fernando Quezada Rosas, fue desaparecido el 11 de abril del 2013, en su discurso, ella muestra el desplazamiento de la responsabilidad estatal hacia los errores cometidos por su hijo.

En su narración, se ilustra el trauma provocado por la desaparición, esto es, se sustenta la idea de una opresión sistémica que se expresa en emociones profundamente dolorosas como el sentimiento de agonía. Para finalmente dar cuenta del estigma vivido mediante la separación y alejamiento de familia y amistades.

 

 

Un día como hoy 11/abril/2013…se llevaron parte de mi vida…y me hundieron en el dolor más grande que pueda pasar una madre…me quitaron un hijo lo más amado, así de la nada lo desaparecieron…así pagando sus errores y equivocaciones…por querer vivir a su manera…acciones que tienen consecuencias muy graves y dolorosas y a partir de ahí comienza mi agonía y una lucha en contra del mundo por así llamarle…desde ese día perdí toda noción del tiempo …no sabía que era día o noche, perdí amistades, familia, me perdí yo misma entre tanto dolor…solo sabía que tenía que buscarte pero dónde? [3] 

Para el Estado, las madres de personas desaparecidas, debido al descuido y falta de atención para con sus hijos, son las culpables. 

De este modo, se le atribuye la desatención a través de una narrativa del poder que culpa a la familia en dos frentes: a las madres y a sus descendencias. “En algo andaban” por lo que el castigo por participar en el crimen organizado consistió en su desaparición.

Claudia Rosas Pacheco, logró encontrar a su hijo el 17 de marzo del 2020, lo que le género emociones encontradas, la dicha por saber su paradero y con ello, la posibilidad de cerrar el duelo, al contar con la materialidad del cuerpo, pero también la certeza del dolor que recibió su hijo antes de ser aniquilado.

Cómo lo explica Buttler: “Ser un cuerpo expuesto al daño o a la muerte es precisamente exhibir una forma de precariedad, pero también sufrir una forma de desigualdad que es injusta” [4] 

El daño se perpetra tanto en el hijo desaparecido como en la madre, lo que sustenta la injusticia cometida contra la familia, está es la opresión a la que se refiere, constituyéndose como otra desigualdad más.

Para las madres buscadoras, además del sexismo referido, a quienes se les señala como “las locas de las palas” [5] se puede articular la clase o la raza en una múltiple opresión que integra también ser una madre estigmatizada. La revictimización que sufren al presentarse en instancias del Estado, forma parte del mismo proceso de opresión y desgaste emocional al que se enfrentan.

Aunque ya es una noción insostenible, el Estado debería ser garante de la seguridad, protección y asumir las labores de búsqueda de quienes han desaparecido. A contrapelo, es el propio Estado, en sus diferentes niveles de gobierno, quién coarta a las madres buscadoras. En una diligencia que diversos colectivos realizaron en febrero de 2022, en el estado de Jalisco, lograron el hallazgo de restos de por lo menos 400 cuerpos y el rescate de 150 personas con vida en distintas partes del país.

“Al mismo tiempo que apalearon, tuvieron que defenderse de ataques de policías municipales que impedían la búsqueda, agentes investigadores haciendo registro fotográfico y la criminalización del gobernador Enrique Alfaro, quién aseguró que las buscadoras tienen agendas e intereses ocultos” [6]

María Herrera Magdaleno, el emblema de las madres con hijos desaparecidos.

En el imaginario social mexicano, la madre se presenta como un mito de sacrificio, sumisión y bondad cuyo amor hacia sus hijos se muestra inconmensurable.

 

 

Doña Mary, o mamá Mary, como le dicen sus compañeras, era un ama de casa y comerciante que vivía en Pajacuarán, Michoacán. El 28 de agosto de 2008 esperaba a dos de sus ocho hijos para poner su puesto en el tianguis, pero no llegaron. Jesús Salvador y Raúl Trujillo Herrera debían de haber regresado de Guerrero, a donde viajaron con cinco compañeros de trabajo, pero nunca aparecieron.

“Dos años después de ese evento, Luis Armando y Gustavo Trujillo Herrera desaparecieron en el estado de Veracruz, cuando acudieron a la localidad de Vega de Alatorre para la compra de materiales para su negocio de oro y otros metales” [7] 

María Herrera concibió 8 hijos, todos hombres, lo que la posiciona como una mujer acorde con el desiderátum de género, quién entraña una experiencia límite, la supervivencia a la desaparición de cuatro de sus hijos, donde lo innombrable se presenta como indescifrable.

María es un ejemplo de memoria ejemplar debido a la constancia en la búsqueda de sus hijos. Pero también es la muestra de las exigencias que la sociedad impone a las madres y de la autoexigencia de las madres para la búsqueda, la demanda de verdad y justicia que transversaliza toda su acción política.

Primero, en el año 2011, formó parte del movimiento por la paz con justicia y dignidad, encabezada por el poeta Javier Sicilia, en su trayectoria, acompañada por sus hijos, particularmente por Miguel Ángel y Juan Carlos, organizaron en diferentes latitudes del país las Brigadas Nacionales de búsqueda.

María Herrera ha sido reconocida por la revista Time, como una de las mujeres más influyentes del siglo XXI, no obstante, el paradero de sus hijos sigue sin conocerse. 

“Doña Mary, she helped found in 2014 a national network of local collectives that teach people how to investigate a loved one’s disappearance. In May 2022 she met with Pope Francis, and in November she sued the Mexican state in the Inter-American Court of Human Rights for its failure to investigate her sons’ disappearances” [8] 

El emblema que representa es la ambivalencia del acto sacrificial materno que se ratifica hasta el límite del amor ¿Porque los buscamos? ¡Porque los amamos! Claman sus consignas en marchas y manifestaciones.

Y en esta exigencia impuesta por el sistema patriarcal, se encuentra la rapiña de su agonía en circunstancias límite, desde la opresión emocional sistémica, de la que se habló antes.

En términos económicos, se ejerce también otra forma de opresión, relativa a la urgencia de sufragar los gastos de una búsqueda que no es subvencionada por el Estado, y, cuando lo hace, lleva la consigna de la corrupción político electoral o, la revictimización de las familias en búsqueda.

Las madres aquí, son las protagonistas de una nación desgarrada cotidianamente por el delito de desaparición forzada, cometido por los poderes formales en complicidad con los poderes fácticos. 

 

 

 

 

 

*Claudia Esperanza Gabriela Rangel Lozano. Maestría en Ciencias: territorio y sustentabilidad social y del Doctorado en Estudios Socioterritoriales, Universidad Autónoma de Guerrero, Número de teléfono celular: 5517739239, correo e. utopia2005@hotmail.com o 13446@uagro.mx

[1] Marcela Lagarde y de los Ríos. Los cautiverios de las mujeres: madresposas. monjas, putas, presas y locas, 4ª edición, México, UNAM, 2005, 869 pp.

[2]Achille Mbembe. Necropolítica seguido Sobre el gobierno privado indirecto, traducción y edición a cargo de Elisabeth Falomir Archaumbalt, España, Melusina, 2011, 111 pp.

[3] Comentario realizado por Claudia Rosas Pacheco en su página personal de facebook, 11 de abril de 2023.

[4] Judith Buttler. La fuerza de la no violencia: La Ética en lo Político, Argentina, Paidós, 2021, 209 pp.

[5] Las locas de las palas, se refiere al estigma con el que se nombra a las madres que  buscan a sus familiares desaparecidos. Centro de Derechos Humanos José Agustín Pro Juárez (Prodh), Nos llaman las locas de las palas, mujeres que buscan a sus familiares desaparecidos.https://desinformemonos.org/nos-llaman-las-locas-de-las-palas-mujeres-que-buscan-a-sus-familiares-desaparecidos/

[6] Analy Nuño, “Las madres que llegaron a Jalisco a desenterrar cuerpos y verdades”, para el proyecto A dónde van los desaparecidos, México, 25 de marzo de 2022, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2022/03/25/las-madres-que-llegaron-a-jalisco-a-desenterrar-cuerpos-y-verdades/ 

[7] Expansión Política, María Herrera, entre las 100 personas más influyentes de la revista Time, México, 14 de abril 2023, https://politica.expansion.mx/sociedad/2023/04/14/maria-herrera-entre-las-100-personas-mas-influyentes-de-la-revista-time

[8] Ciara Nugent, María Herrera Magdaleno, Time, The New York Times, 13 de abril del 2023, https://time.com/collection/100-most-influential-people-2023/6269871/maria-herrera-magdaleno/ Doña Mary, ayudó a fundar en 2014 una red nacional de colectivos locales que enseñan a las personas cómo investigar la desaparición de un ser querido. En mayo de 2022 se reunió con el Papa Francisco y en noviembre demandó al Estado mexicano ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por no investigar las desapariciones de sus hijos.