La izquierda, la pobreza
y la desigualdad

 

Humberto Santos Bautista*

 

                                            Desconfío de la palabra izquierda, (…), porque me recuerda la izquierda oficial, la de los partidos. No soy de                                           izquierda en ese sentido porque están demasiado comprometidos con los mecanismos de poder. Soy de                                                 izquierda, en todo caso, en el sentido más general. ¿Qué es ser de izquierda? Es estar convencido de que hay que                              crear un camino político y económico diferente del dominante. Es una convicción que se sostiene más allá de si las                                 circunstancias son negativas o propicias.

 

                                                                                                                                                                                                              Alain Badiou

 

Desde hace mucho tiempo, la izquierda pareciera haber perdido la identidad con todas aquellas causas que le dieron origen: la injusticia social y las grandes desigualdades económicas, políticas y sociales.

La llamada izquierda terminó encerrada, después de la caída del Muro de Berlín, en el reducto de lo que tanto criticaba y que denominaba con desprecio como “la democracia burguesa”.

En esas nuevas circunstancias y con la desaparición del socialismo real, con la caída del muro de Berlín en los años noventa, la izquierda rápidamente se acomodó en ese espacio que desdeñaba y así pasó a ser una especie de “izquierda electorera”, para acceder al poder a través del voto popular y en el marco de los esquemas representativos, aunque eso no se tradujera en cambiar las condiciones de vida “del pueblo” que en el discurso decía representar.

Durante más de un siglo, la izquierda radical se inspiró en la famosa tesis XI de Marx sobre Feuerbach: Hasta ahora, los filósofos se han limitado a interpretar el mundo, pero la cuestión es cambiarlo. Cuando, luego de 1989, quedamos “espiritualmente a la intemperie” y nos vimos obligados a admitir el fracaso de todos los intentos pasados de transformar el mundo, se pusieron en tela de juicio las ideas mismas con que habíamos tratado de interpretarlo. Y cuando, una década después, comenzó a circular la consigna “otro mundo es posible”, los nuevos movimientos que la proclamaban tuvieron que redefinir sus identidades intelectuales y políticas. Para ser más preciso, tuvieron que reinventarse —reinventar tanto sus teorías como sus prácticas— en un mundo sin un futuro visible, pensable o imaginable. (Enzo Traverso. 2019. P. 15)

En esencia, esa izquierda que llamaba a votar para cambiar el sistema capitalista, ya desde el poder, terminó repitiendo los mismos vicios que han legitimado la hegemonía del capitalismo salvaje, por su incapacidad para crear un lenguaje propio que cuestionara de forma radical –es decir, desde la raíz– las bases del sistema de dominación que criticaba.

En ese sentido, la autollamada izquierda, no solo mostraba sus propias deficiencias en el ejercicio del poder, sino que pareció confirmar una de las tesis que en el Manifiesto Comunista suscribieron Marx y Engels: “El poder estatal moderno no es más que una junta administradora que gestiona los negocios comunes de toda la clase burguesa”.

Es decir, en el marco de la democracia neoliberal no es posible apreciar ninguna diferencia entre la derecha y la izquierda, porque sea quien sea el que se instale en el poder, solo pasa a ser administrador del mismo proyecto del gran capital transnacional y se convierten en una especie de comité ejecutivo al servicio de las élites hegemónicas, porque no es posible hacer una separación entre el poder político y el poder económico, y es una ilusión pretender hacerla, porque la política ha pasado a estar subordinada a los grandes intereses económicos.

Numerosos conservadores son ahora activos radicales en relación con el fenómeno que antes tenían en mayor aprecio, la tradición.

(…)

El conservadurismo hecho radical se enfrenta al socialismo hecho conservador.

(…)
Los socialistas, en su mayoría, han retrocedido a la defensiva, con su posición de “vanguardia de la historia” a la tarea más modesta, de proteger las instituciones de bienestar.

(…)

…los radicales de izquierda disponen de otra dirección hacia la que dirigir la mirada: los nuevos movimientos sociales, como los que se ocupan del feminismo, la ecología, la paz o los derechos humanos. El “proletario universal” no puede cargar con el peso de las aspiraciones históricas de la izquierda; ¿va a haber quizá otros organismos que tomen el relevo? (Anthony Giddens. 1996, p. 11)

En México, desde la inauguración de la llamada democracia –reducida de manera vulgar solo a la organización de procesos electorales–, el pueblo se ha quedado muy lejos del espíritu que la define en el Artículo Tercero de la Constitución, el que reglamenta a la educación. Y en ese contexto, el pueblo ha votado una y otra vez por opciones supuestamente de izquierda, con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida, y los gobiernos que ha elegido en los municipios o en los estados, una buena parte de ellos salen igual de deshonestos y corruptos que los que cuestionaban de la derecha. Son lo mismo aunque el ropaje sea, en apariencia, diferente.

Esa pérdida de identidad de la izquierda ha propiciado que rápidamente las ambiciones hayan sustituido a las convicciones y, que algunos personajes que en algún momento militaban en la derecha reaccionaria, de pronto se los oferten al electorado como los nuevos militantes «de izquierda» sin hacer un ajuste de cuentas con su pasado.

De esta forma, esos mismos que en otro momento detentaron el poder por la derecha y reprimieron al pueblo, de pronto aparecen como los nuevos abanderados de las causas populares que reivindica la izquierda.

 
 

Los mismos que empobrecieron al pueblo, militando en la derecha, ahora lo hacen con la bandera de la izquierda. Solo con revisar las biografías políticas de quienes han gobernado a nombre de “la izquierda” bastaría para confirmar cómo la izquierda ha perdido identidad.

¿Qué clase de izquierda es esa que ha contribuido, al estar en los distintos niveles de gobierno, a hacer más grandes las brechas de la pobreza y la desigualdad? ¿Cómo es que la llamada izquierda no ha censurado en forma radical, la brutal concentración de la riqueza?

La historia de las desigualdades depende de las representaciones que se hacen los actores económicos, políticos y sociales, de lo que es justo y de lo que no lo es, de las relaciones de fuerza entre esos actores y de las elecciones colectivas que resultan de ello; es el producto conjunto de todos los actores interesados. (Thomas Piketty. 2014. p. 27)

La izquierda tampoco se ha caracterizado precisamente por sus contribuciones al avance democrático del país, si por democracia se entiende a lo que aspiraba Morelos: hacer realidad uno de los principios de los Sentimientos de la Nación, el de «moderar la opulencia y la indigencia».

En lugar de eso, lo que sí se puede corroborar, es el crecimiento de la pobreza y la desigualdad, reproduciendo de la peor manera los mismos vicios que antes esa misma izquierda le censura a la derecha, como, por ejemplo, la corrupción, el asistencialismo y el uso clientelar que se les da a los programas en tiempos de elecciones.

El mismo mercado electoral en el que han convertido a la democracia es la evidencia de la subordinación de la política a los intereses económicos. Por supuesto, se podrá argumentar que no es tarea fácil romper las inercias, pero el problema de fondo es más bien la ausencia de un proyecto propio y para llenar ese vacío, instrumentar políticas de viejo cuño que en otros tiempos ya han probado su ineficacia.

Probablemente la pobreza de nuestra tradición científica y filosófica tiene el mismo origen que nuestra pobre tradición democrática. Nuestra historia está infestada de caudillos como las aguas del Golfo de México de tiburones y nuestra historia intelectual de canónigos quema-herejes, jacobinos corta cabezas y marxistas con vocación de carceleros. (Paz, Octavio. 1971, p. 127)

En Guerrero, toda esa subcultura de la política caciquil, que es una especie de patrimonio común tanto de la derecha como de la izquierda electorera, solo ha servido para hacer más grandes las brechas de la pobreza y la desigualdad entre los guerrerenses, por ese analfabetismo de las dirigencias de la partidocracia, que han sido incapaces hasta para formar ciudadanía.

Adicional a todo eso, en Guerrero tenemos quizá la clase política más corrupta y analfabeta del país, pendiente solo de mantener sus privilegios. Su incongruencia se confirma cuando dicen ser seguidores de Benito Juárez, pero se olvidan convenientemente que para Juárez lo más importante eran la lealtad a los principios y el cumplimiento del deber, antes que ocupar cargos públicos o ganar elecciones y obtener el triunfo a culquier precio.

Por eso seguimos siendo el estado con más pobreza y desigualdad del país, pues a pesar de que Guerrero tiene un enorme potencial en recursos naturales, con una gran diversidad cultural, lo cual debiera ser una de las principales fortalezas para impulsar un desarrollo propio, estamos cada vez más empobrecidos.

Todavía no se ha entendido que los cambios para lograr una verdadera transformación de la República, tendrán que empezar por la recuperación de los valores culturales y un proyecto educativo propio, porque la verdadera fortaleza de Guerrero y del país, reside en las reservas culturales de su pueblo y en una educación que enseñe a pensar por cuenta propia.

Mientras no se entienda que en el verdadero problema de Guerrero radica en el deterioro cultural de la clase política que lo gobierna, porque no tienen ni idea de qué hacer con los problemas del estado y su única divisa es saquearlo, no tendremos posibilidades de trascender las miserias que ahora nos atormentan. La verdadera transformación será cultural y educativa o no será.

 

*Humberto Santos Bautista es doctor en Ciencias Sociales y miembro del Sistema Nacional de investigadores. Es profesor en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN)

 
 
 

Referencias Bibliográficas:

Giddens, Anthony (1996). Más allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las políticas radicales. Ediciones Cátedra. España.
Paz, Octavio (1979). El ogro filantrópico. Historia y política 1971-1978. FCE. México.

Piketty, Thomas (2014). El capital en el siglo XXI. FCE. México.

Traverso, Enzo (2019). Melancolía de izquierda. Después de las utopías. Galaxia Gutenberg, S.L. España.

Tuchman, Barbara W. (1984). La marcha de la locura. La sinrazón desde Troya hasta Vietnam. F.C.E. México.




 
[La Cosecha es el espacio que El Tlacolol pone a disposición de todas y todos para analizar, discutir y reflexionar sobre nuestra realidad. Tu colaboración es importante. Sí quieres participar, envía tu material a este correo: eltlacololcosecha@gmail.com]