Policía Comunitaria: 30 años resistiendo
a la violencia y la represión del Estado
Arturo de Dios Palma
Mi nombre es Francisco Félix García, tengo 61 años de edad, soy el primer comandante de la Policía Comunitaria. En los noventa, en la comunidad de Cuanacaxtitlán (municipio de San Luis Acatlán) nos rebasó la delincuencia. Era gente de ahí mismo, familia incluso. Comenzaron a robar maíz, una gallina, que un guajolote, que un chivo y así fueron creciendo. Nadie les ponía un alto y los del Ministerio Público no hacían nada porque decían que no eran delitos graves y no lo perseguían.
Pero fueron creciendo hasta que se hicieron una banda ya organizada bien armados. Eran 16 o 20 hombres, unos chamacos de unos 13, 14 años. Era una familia que se organizó, el jefe era mi compadre de pila y su hijo mayor mi ahijado de pila. Ellos trabajaban de peones conmigo: yo sembraba maíz, frijol, ahora sólo me dedico al puro ganado.
Al último comenzaron a asaltar en los caminos. Cada tres días, cada semana asaltaban. Era leve. Pero después lo agarraron como de costumbre: del diario. Si la camioneta de pasajeros daba dos o tres vueltas a San Luis Acatlán las asaltaban. Le quitaban todo, golpeaban y si no llevabas dinero te golpeaban y te decían flojo, trabaja. La gente no decía nada. Pero ya en lo último comenzaron a violar. Mi esposa trabajaba de maestra y cada quincena iba a San Luis a cobrar.
Entonces el comisariado ejidal, Filemón López García, convocó a una reunión para ver como le hacíamos a la delincuencia. Comenzaron a asaltar cerca de Yoloxóchitl y después en la orilla de Cuanacaxtitlán y ya cuando nos dimos cuenta en medio del pueblo asaltaban.
Mataban a ancianos, niños, mujeres, no respetaban. Si alguien tenía problemas con un vecino y querían desaparecerlo, los buscaban y por 500 pesos o por unos cartones de cerveza se los llevan en pleno día, ya no se escondían.
En la reunión con el comisariado se acordó nombrar a un grupo de policías. Nombraron a 16 elementos, pero ahí quedó; ¿Quién quería meterse en broncas? Nadie.
Pero un día asaltaron a mi suegro, Faustino Flores García, un hombre ya grande de setenta y tantos años. Lo golpearon y lo lastimaron, le quitaron lo poquito que llevaba. Se echó unos seis días bebiendo, se emborrachaba y se iba a dormir, despertaba y otra vez a tomar por el sentimiento. Un día que se le quitó la borrachera, que le digo venga suegro vamos almorzar. Ya estábamos en la mesa y comenzó a llorar y me dijo: “me lastimaron, lastima que estoy viejo, tuviera joven como tú, otra cosa sería”.
Yo tenía 40 años. Que le digo a mi esposa que habrá querido decir mi suegro con eso: que estoy viendo las cosas y no hago nada. Y le digo que me voy a integrar a la Policía. Que agarro mis cosas, que me voy a la casa ejidal y que les digo al comisariado que qué había pasado con la Policía, me dijo que ahí estaban pero no funcionaba. Que le digo que me anote. No me creyeron.
Después convocó a una reunión, como a las 5 de la tarde, yo fui a ver a mis trabajadores y cuando llegué ya estaba lleno el lugar. La gente preguntaba de qué se iba a tratar la reunión. El comisariado les dijo que me iba a integrar. Y la gente comenzó aplaudir y a gritar que me quería de comandante.
Yo les dije que sí pero que no me dejaran sólo, que si algo pasaba que me apoyaran. Porque yo sí estaba decidido a enfrentarlos: o me matan o los mato, dije.

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Hace 30 años el surgimiento de la Policía Comunitaria se vio marcado por la violencia y represión gubernamental.
El 28 de junio de 1995 policías estatales asesinaron a tiros a 17 campesinos en el vado de Aguas Blancas, cuando se dirigían a una concentración. La represión provocó la salida del gobierno de Rubén Figueroa Alcocer, pero no fue encarcelado.
Un año después, en 1996, apareció el Ejército Popular Revolucionario (EPR). El gobierno emprendió una persecución a través de las fuerzas militares en contra de cualquier grupo armado o movimiento social.
Esa operación dos años después, en 1998, mostró al país otra masacre: el 7 de junio militares asesinaron a 11 personas en la primaria Caritino Maldonado ubicada en la comunidad de El Charco en Ayutla.
En este contexto de represión y persecución, la Policía Comunitaria se vio en la necesidad de trascender. Se estableció el sistema de seguridad y justicia comunitaria, en la que se sustenta la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias, la CRAC.
Este avance tuvo dos logros esenciales: fortaleció la red de apoyo entre comunidades y el asambleísmo, además conformó un sistema para ejercer justicia. Es decir: a partir de este momento no sólo realizarían acciones de autoprotección, sino también de justicia.
Además trajo consigo una diferencia profunda con el sistema de justicia convencional: la reeducación y la conciliación antes del castigo. A los retenidos se les juzga en asambleas donde participan tanto coordinadores, comandantes y los propios habitantes.
Pero al final la asamblea, el máximo órgano, es quien decide.
La asamblea también nombra a los coordinadores, a los comandantes y a los policías.

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Francisco Félix García, el primer comandante de la Policía Comunitaria sigue con la historia.
Les dije a los policías que pasaba y les fui preguntando: ¿tú si le vas a entrar a la policía?, y me decían: yo sí. Otros me dijeron que no sabían manejar armas y a esos les dije, tú quítate. Al final quedamos 12. Pedimos armas prestadas y yo me hice el responsable de pagarlas por si se perdían o algo.
Les dije: mañana quiero a cuatro policías: dos se van en una camioneta de aquí a San Luis y de allá se regresan con la que viene y después se van otros dos. Y así todo el día, hasta las seis que dejaba de haber carro, ya nadie quería trabajar después de esa hora. Ya en la tarde comenzamos a recorrer los caminos por la gente que se regresaba caminando.
Cuando comenzamos, pues los estos hombres dejaron de asaltar, se comenzaron a ir porque también ya habían matado a mucha gente, ya no podían asaltar y sus enemigos los comenzaron a matar. La gente dijo: a ver, tú mataste a mi familia, y los mataban. En Horcasitas mataron a uno que mató a una señora en Cuanacaxtitlán, y pues su hijo y un sobrino hasta acá los vinieron a matar.
A otro lo mataron en Agua Zarca, a otro en Marquelia y a otro más en Acapulco.
Yo estuve tres años y ocho meses de policía y después me salí, ahora soy consejero para acompañar a la CRAC.
En ese tiempo nunca tuvimos un enfrentamiento. Detuvimos eso sí a mucha gente. Pero en ese entonces teníamos un problema: los traíamos al MP y los soltaban luego, cuando nosotros llegábamos a Cuanacaxtitlán ya estaban allá, burlándose de uno.
Siempre así, por eso se optó por nombrar a un presidente de comité, que se formó antes de lo que era la CRAC.
Porque dijimos que esto así nunca va acabar, llegamos con los delincuentes y nos íbamos y después ya le estaban dando dinero al MP y los dejaban libres, por eso decidimos hacer ese órgano de justicia y reeducación.
A mí me mataron a un policía en 1998, detuvimos al asesino. Lo mataron en el camino, en funciones.
Él me dijo que iba trabajar ese día porque después iba a comenzar a acarrear piedra para construir su casa. Le di una escopeta calibre 20 de un tiro, era de las pocas que teníamos, nos la turnábamos. Este muchacho llegó cuando estaba oscureciendo, vivía lejos.
Le dije llévate la escopeta, me la das mañana. En el camino se encontró a su tío y se fue para a echar unas cervezas, ya borracho llegó otro cabrón y lo mata. Tenían problemas entre familias. Lo detuvimos esa misma noche y lo entregamos al MP, lo tuvieron dos años y ahí anda.

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La Policía Comunitaria en sus primeros años logró vigorizarse como uno de los sistemas de seguridad y justicia más sólidos de Guerrero y del país. En ese lapso se vislumbró como un ejemplo de autonomía y autodeterminación.
Era un proyecto alternativo que fundaba su éxito en la rígida distancia que mantenían con los gobernantes.
Dos décadas después esa barrera se derrumbó y el gobierno logró penetrar en la CRAC. Y todo esto tuvo un artífice: Ángel Aguirre Rivero.
En los dos primeros años de su gobierno —el segundo— Aguirre Rivero logró lo que muchos gobernadores hubieran querido: dividir a la CRAC. Empleó su mejor método: la entrega de dinero. Generó codicia y después rivalidades. Pero no lo hizo solo. Desde dentro lo ayudaron. Sus principales instrumentos fueron —primero— Bruno Plácido y —después—Eliseo del Villar.
Aguirre Rivero aprovechó al máximo los conflictos que en la CRAC comenzaban a agudizarse. En 2012, Bruno y Cirino Plácido intentaron tomar el control de la Casa de Justicia de San Luis Acatlán, la matriz. No tuvieron éxito.
Bruno Plácido venía de ser director de la Policía Municipal de San Luis Acatlán en la administración de Genaro Vázquez Solís, hijo del guerrillero, Genaro Vázquez Rojas, además de haber intentado ser diputado del PRD por la vía plurinominal.
Un año atrás Bruno fundó la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (Upoeg) con el fin de gestionar beneficios para los pueblos. Al año siguiente, la asamblea nombró como coordinador de la Casa de Justicia de San Luis a Eliseo del Villar.
Las posibilidades de Bruno Plácido para dirigir la CRAC se redujeron y la madrugada del 6 de enero echó andar su propio grupo de autodefensa. El debut fue en Ayutla y Tecoanapa. Cientos de pobladores esbozados y con armas de bajo calibre, machetes en mano, montaron guardias sobre la carretera federal para hacer revisiones y, según dijeron, para detener a los criminales más buscados de la región.
Se llamaron policías comunitarios. Eso que se hayan denominado policías comunitarios molestó a los coordinadores de Casa de Justicia matriz y de inmediato dijeron que se trataba de paramilitares.
La inacción duró poco, a días del levantamiento de la Upoeg acudió a los retenes de las autodefensas y se fotografió con ellos. A partir de ahí Aguirre apoyó con armamento, uniformes y, sobre todo, le dio un margen amplio a Bruno Plácido para que operara a favor del crecimiento de la Upoeg en la región. Así sucedió.
En los siguientes meses se convirtió también en un sistema de seguridad y justicia y en reciprocidad con Aguirre, Bruno Plácido aceptó convertirse en Policía Rural como acordó el entonces mandatario y los diputados locales para “legalizar” la presencia de los guardias comunitarios.
La Upoeg se asentó en Tierra Colorada, en comunidades de Chilpancingo y Acapulco. Incluso Bruno Plácido se vio tentado a tomar la capital con el aval de algunos empresarios. Pero precisamente cuando la Upoeg llegó a la zona centro comenzaron sus problemas.
Pobladores de Ocotito y Petaquillas decidieron separarse y crearon el Frente Unido para la Seguridad y el Desarrollo del Estado de Guerrero (Fusdeg). Los promotores de esta nueva expresión acusaron a Bruno Plácido y a otros integrantes de comportarse como delincuentes. En sus pueblos, según han denunciado, los policías de la Upoeg extorsionaron, cobraron derecho de piso, secuestraron y asesinaron, todo con total impunidad.
Desde la división, los policías ciudadanos de la Upoeg y el Fusdeg libraron una disputa inclemente: las bajas para ambos bandos fueron numerosas.
Al tiempo en que la Upoeg se consolidaba, el acercamiento entre Eliseo del Villar y Aguirre Rivero resultó cada vez más evidente.

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Francisco Félix García, el primer comandante de la Policía Comunitaria, retoma el hilo de la historia.
Aguirre quería desaparecer a la Policía Comunitaria, por eso le mete dinero a Eliseo. Todo por las minas, para que no hubiera estorbo, porque la Policía Comunitaria no va permitir que les destruyan su territorio, porque de eso vive acá la gente.
Aguirre le soltó un millón de pesos mensual a Eliseo y empieza a destrozarla pues. A mí me comisionaron para investigar el fraude que había cometido Eliseo Villar. No pudo comprobar cómo gastaba el dinero, dijo que se le habían perdido los comprobantes. Al final se le declaró culpable y se le tenía que reeducar. Pero se opuso, en la asamblea donde se dictaminó eso llegó Eliseo con mucha gente, iba a haber un enfrentamiento fuerte, porque nosotros también teníamos gente. Por eso tomamos la coordinación.
Dos días antes, en Cuanacaxtitlán, entraron en la noche hombres armados, en el barrio de la Santa Cruz destrozaron un negocio, era una miscelánea. En Cuanacaxtitlán había una Policía Comunitaria, pero no podía actuar porque el comisario que se quería reelegir tenía su grupo de policías y el pueblo otro, entonces ninguno podía trabajar para evitar que se enfrentaran. Nunca se supo quienes eran los del grupo que fueron a atacar.
Esa vez vinimos a San Luis a hablar con los militares para que fueran a hacer rondines, porque no teníamos Policía Comunitaria, pero no llegaba la comisaría y en eso que llega Eliseo con sus hombres armados en camionetas, rodearon a los militares, los golpearon, les hicieron feo.
Y que grita Eliseo: ¡Saquen a esa gente de Cuanacaxtitlán…!, y que se nos vienen encima, eran muchos, nosotros apenas éramos 22. Nos comenzaron a dar de garrotazos, a mi me abrieron la cabeza, muchos salieron golpeados. Pero como varios se pudieron comunicar, comenzaron a bajar de Cuanacaxtitlán, Yoloxóchitl, Horcasitas. Llegó mucha gente, unos 500. La gente dijo que los quería detener, pero llegaron sin armas, con puro garrote y la gente de Eliseo los recibió a balazos, ahí me dieron un balazo. Se opusieron a la detención. Salimos tres heridos.
Yo la verdad no sentí nada. Sólo sentí caliente como cuando te ponen un cigarro. Vi que estaba sangrando pero no le di mucha importancia, incluso todavía hasta me peleé con tres: con un señor y dos jóvenes con tubos grandotes y yo solo un palo. Y escuche cómo les gritaban: “mátenlo”.
Me hicieron estudios y salió que no me lastimaron nada, pasó limpio el balazo. Los doctores se sorprendieron. Me sacaron radiografías y un ultrasonido porque no paraba la sangre por los dos lados.
El médico me dijo: esto está raro, porque la bala en lugar de pasar derecho, hizo zigzag. Los médicos dijeron que esto es un milagro.
Fíjate, la CRAC tiene posibilidades de reunificación, sacamos a Eliseo del Villar, ahorita está en la cárcel en Chilpancingo, hubo sangre, pero valió la pena.
[En junio del 2023, Eliseo Villar fue liberado después de ser acusado de privación ilegal de la libertad y homicidio]

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Ser policía comunitario es un servicio que a veces tiene costo. El costo puede ir desde la cárcel hasta la muerte. En cuanto Aguirre logró cooptar a Eliseo Villar comenzó la operación de represión y desmantelamiento.
Eliseo Villar correspondió los favores a Aguirre: dio pie a la credencialización de 923 policías comunitarios para que fueran reconocidos por el Sistema Estatal de Seguridad Pública, pese a que las asambleas había decidido que no, al estar protegidos legalmente por la Ley 701, que les da a los pueblos originarios la facultad de protegerse y establecer su propia forma de gobierno.
En ese momento, para Aguirre, Eliseo Villar aún podría ser de mayor utilidad. Fue así. Cuando policías comunitarios de la Casa de Justicia de El Paraíso ubicada en Ayutla no quisieron entrar al proceso de credencialización y además comenzaron a distanciarse de la directriz que marcaba Aguirre, se inició la etapa de intolerancia: se aperturó la represión, la persecución, el encarcelamiento.
Aguirre utilizó una fórmula sencilla: la Crac, la de Eliseo del Villar, expulsó de manera unilateral y sin consultar a la asamblea, a los policías, comandantes y coordinadores que manifestaban resistencia ante la línea del gobierno del estado. Es decir, Eliseo del Villar desprotegió a sus compañeros legalmente, pues al no ser considerados como integrantes de esa corporación, sus acciones, por ejemplo, las detenciones, no estarían avaladas por la Ley 701 y por lo tanto se considerarían como secuestro.
Entonces se vino la persecución. El 6 de mayo de 2013 fue detenido por el Ejército, la Marina y la Policía Federal, el coordinador Raúl de Jesús Cabrera, por portación de armas de uso exclusivo del Ejército, en Acapulco. El 21 de agosto en una operación de la Marina, el Ejército y la Policía Federal detuvieron a Nestora Salgado, promotora y miembro de la Policía Comunitaria de Olinalá. Ese mismo día, en la comunidad de El Paraíso, en Ayutla, ahora Ñuu Savi, militares, marinos y policías federales, tomaron por asalto la Casa de Justicia y detuvieron a 40 policías comunitarios. Seis estuvieron encarcelados durante seis años.
El 27 de agosto, un grupo de la Policía Comunitaria protestó por la represión a la Casa de Justicia de El Paraíso en Cruz Grande. El Ejército detuvo a tres policías comunitarios acusados de delincuencia organizada y portación ilegal de armas. El 6 de octubre de fue detenido el indígena na savi Samuel Ramírez de 17 años, originario de la comunidad de Zitlaltepec, municipio de Metlatónoc, acusado de portación de arma de fuego y sentenciado a 4 años y 6 meses en Chilpancingo.
Luego fue detenido Gonzalo Molina, coordinador de la casa de enlace de Tixtla, acusado del delito de secuestro y terrorismo. En diciembre detuvieron a Arturo Campos, fundador de la Policía Comunitaria, después de una protesta por la liberación de seis policías comunitarios presos de la casa de justicia de El Paraíso.
Con las detenciones Aguirre logró su objetivo principal: la división de la CRAC.
En enero del 2014, en los Bienes Comunales de Cacahuatepec, en Acapulco, los opositores a la presa La Parota constituyeron su Policía Comunitaria de la CRAC. El objetivo principal fue defender su territorio y el río Papagayo de los caciques locales y del capital nacional e internacional.
Este grupo de la Policía Comunitaria siempre tuvo la represión encima. Su operación fue muy limitada. En 2018, policías comunitarios fueron atacados en una fiesta local en la comunidad La Concepción, el gobierno del estado montó una operación con unos 100 agentes y el sobrevuelo de un helicóptero. Tres comunitarios fueron asesinados de manera extrajudicial y unos 30 fueron detenidos, incluido el líder del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa la Parota (Cecop), Marco Antonio Suastegui Muñoz.
Suastegui Muñoz estuvo preso más de un año tras esa masacre pero nunca dejó de ser perseguido hasta el día de su asesinato.

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Habla Francisco Félix García, el primer comandante de la Policía Comunitaria.
Ser policía comunitario es un servicio. El pueblo en asamblea los escoge y están obligados a hacer funciones de vigilancia durante dos años. Cada pueblo escoge a 12 para que los cuide. Te puedes negar, puedes decir que no quieres ser policía, pero lo que decimos es que si durante dos años otros cuidaron a tu familia, yo también debo cuidar a la de ellos y por supuesto a la mía. De verdad nadie quiere ser policía, pero ya vimos que el gobierno no puede o no quiere cuidarnos.
A todos nos da miedo enfrentarnos, por ejemplo ahora que anda el narco. Por acá pasan las camionetas con hombres armados, no se paran, sólo pasan, pero tú te das cuenta que están mejor armados. Tú qué le vas hacer con tu escopeta, ya viste como en Sinaloa atacaron a los militares. En los municipios donde está la CRAC no hay delincuencia organizada, pero hay casos donde todavía no hemos podido, ahí está Tixtla, donde está la mera mata. Ahí son pocas las comunidades, fueran muchas le hicieran frente.
Acá en esta zona se han detenido narcos y con amenazas y con todo ahí están. En San Luis habido encarcelados que se dedicaban a la extorsión, al secuestro, al robo de vehículos. Los carros más buenos que veían por acá se los robaban y se los llevaban y traían taxis de Acapulco sin placas, en los que andaban matando, encajuelado.
Un día se hizo un operativo y detuvieron a dos. Tienen un amparo con un juez que dice que son inocentes. Los agarramos en San Luis, en una taquería, En El Huateque, levantaron a un basquetbolista, a los tres días apareció muerto a las orillas. Pero ni modo que digan que no era el señor que andaban buscando porque ahí dejaron sus tenis, que estaban bien grandotes. El carro que ocuparon para el levantón ese día chocó con un poste de luz, en ese los detuvimos, está todo hundido de adelante, ahí estaba en la CRAC.
Estos dos son de San Luis, pero anduvieron mucho tiempo fuera, uno anduvo en Michoacán y el otro en Acapulco, regresaron maleados.
No hemos tenido ningún enfrentamiento con el narco, pero nosotros tenemos una ventaja. Acá cuando pasa algo fuerte hasta la gente nos ayuda, vamos todos sobres. Es que nosotros vamos parejo, aunque sea familia. La gente acá sabe que hay consecuencias. El mal no se va acabar al cien por ciento. Yo ya estoy viejo y muchos me dicen que ya deje esto, pero tenemos que estar al pendiente, porque los chamacos luego destruyen todo, ahí está el caso de Eliseo Villar.
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Luego de 30 años, la persecución contra la Policía Comunitaria de la CRAC no termina. Hoy, 15 de octubre, un juez de control podría vincular a proceso a Jaime Morales Castro, comisario de la comunidad na savi de Coapinola y consejero de la Casa de Justicia de la comunidad de El Paraíso.
El jueves 9 de octubre a las 7:40 de la mañana fue detenido Morales Castro en un retén instalado por elementos del Ejército mexicano, la Guardia Nacional, la Policía Estatal y la Policía Ministerial en Ayutla.
Morales Castro es acusado de secuestro agravado contra 43 personas, es el mismo delito con el que encarcelaron hace 12 años a Nestora Salgado, Arturo Campos y Gonzalo Molina, los tres ya liberados. En ese 2013, Morales Castro era el primer comandante regional de la Casa de Justicia de El Paraíso.