Reconstrucción de Acapulco:
todo al turismo y excluye a los más pobres

 

Arturo de Dios Palma

 

En la Costera Miguel Alemán los trabajos no paran, están abriendo cientos de metros de banqueta, en el Malecón máquinas hacen zanjas, en el Jardín de Puerto siguen probando el MarinaBus.

En enero de este año, la presidenta de la República, la morenista Claudia Sheinbaum Pardo, puso en marcha el plan de reconstrucción Acapulco se transforma contigo. Dijo que se invertirán casi 8 mil millones de pesos para rehabilitar calles, banquetas, acceso a playa, instalaciones eléctricas, alumbrado público, así como mobiliario urbano. Además para mantener limpia la zona turística.

La construcción de pozos radiales, rehabilitación de acueductos y un sistema de bombeo, así como la modernización de 16 plantas tratadoras de agua residual. Es un plan que ejecuta el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur).

En este plan hay tres obras que destacan. La puesta en marcha del MarinaBus, un transporte público marítimo, que conectará a los acapulqueños del zócalo hasta Puerto Marqués, la rehabilitación del Jardín del Puerto y la construcción de tres pozos radiales en la comunidad de Aguacaliente en los Bienes Comunales de Cacahuatepec, en la zona rural de Acapulco.




Las tres obras tienen varias cosas en común, pero dos en particular: no fueron consultadas con los acapulqueños y las tres están enfocadas a beneficiar únicamente a la zona turística.

En el caso del MarinaBus resulta inviable, primero su costo, 30 pesos para los locales, cuando un taxi colectivo cobra cinco menos y un camión urbano 12 pesos. La otra, el recorrido terminaría en el muelle de Puerto Marqués, pero los que van hasta la Colosio, Barra Vieja, que su destino final no sea Puerto Marqués tendrán que pagar un taxi colectivo o caminar todo ese tramo que lleva hasta el cruce entre la Escénica y bulevar de Las Naciones.

Otro punto en esta obra es que el Fonatur ignoró a los pobladores. No los consultó sobre la rehabilitación y ampliación del muelle. Un muelle que hace años se construyó sin consultarlos y que alteró el oleaje en esa playa.

Los pobladores y Fonatur, después de la imposición, acordaron antes de la obra del muelle se limpiara la laguna negra y se rehabilitara del acceso a Puerto Marqués, pero eso no ocurrió.

La otra obra es la construcción de los pozos radiales en la comunidad de Aguacaliente. De nuevo no consultaron a los pobladores. Fonatur pretende captar agua del río Papagayo y trasladarla a la zona turística del puerto. Lo paradójico: desde hace décadas las poblaciones que integran los Bienes Comunales de Cacahuatepec han demandado la red de agua potable en sus comunidades.

Ellos, pese a tener al río Papagayo a un costado, no cuentan con agua potable.




La tercera obra es el Jardín del Puerto, donde está ubicada la estación del MarinaBus a un costado del malecón. La demanda principal es que se corrija el error que los gobiernos anteriores cometieron: cerrar una ventana ecológica para construir comercios.

Para esta demanda se aglutinaron artistas, ambientalistas, ingenieros, arquitectos. La exigencia fue una: por ciento áreas verdes para el disfrute de los acapulqueños y las expresiones artísticas y 20 por ciento de construcción.

En la última gira de trabajo que hizo la presidenta a Acapulco, donde inauguró el MarinaBus, se comprometió a que el Jardín del Puerto tendría 90 por ciento de áreas verdes y 10 por ciento de construcción. Pero no se ha cumplido, la empresa que realiza la obra, la Administración del Sistema Portuario Nacional (Asipona), sigue levantando los comercios. No hay ningún 90-10.

El asunto es que el plan excluye a los otros Acapulco, esos Acapulco donde no llegan los turistas, donde no están los hoteles, donde los acapulqueños sufren las carencias de todos los servicios públicos y la violencia.




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Apenas es el medio día del 16 de octubre, en Ciudad Renacimiento el movimiento está al tope. El sol pega duro, los vehículos no paran, las calles están polvorientas, sucias. El drenaje brota en varias avenidas, el hedor pega en las narices. Muchas casas están abandonadas, el edificio que se construyó para ser un mercado está desolado, es ocupado por personas en situación de calle, todos recomiendan no acercarse. En el callejón Laguna del Tecuán un brote de drenaje le hace honor a su nombre. Toda la calle está invadida por el agua verdosa, podrida que escurre de un drenaje reventado y que nadie se preocupa por reparar. Los vecinos no la evitan, pasan por ahí, ya se convirtió en el paisaje habitual.

“Cada vez que llueve se convierte en una laguna”, dice Tomasa Ríos, una profesora jubilada.

Cuando pasó el huracán Otis y, un año después, John, el nivel del agua en el callejón Laguna del Tucán subió hasta los 50 centímetros, dice Tomasa.

Pasó Otis y luego John y ninguna autoridad se acercó a reparar el drenaje.



Ciudad Renacimiento no está contemplado en el plan de reconstrucción del gobierno federal. Acá no importa que la gente viva sin alumbrado público, que se quede sin agua potable durante meses o que el río de La Sabana y sus aguas negras se desborden.

Acá no hay reconstrucción, no hay turismo, no hay producción.

En la unidad deportiva Jorge Campos la reconstrucción no ha llegado, está funcionando al 50 por ciento, el techo del gimnasio y de las canchas de baloncesto están pelones, sin láminas. Los vientos de Otis las arrancaron sin piedad y ninguna autoridad se ha preocupado por reponerlas.

Uno de los trabajadores explica que la unidad deportiva está sin reparaciones porque la Comisión Nacional del Deporte (Conade) castigó a todas las instalaciones deportivas de Acapulco por malos manejos, así que por ahora no habrá recursos.

A ninguna autoridad le importa rehabilitar los pocos espacios de esparcimiento que tienen los jóvenes, ni porque se trata de una de las colonias más violentas del puerto. En Ciudad Renacimiento los asesinatos no paran, un día matan y el otro también.

Ciudad Renacimiento ya era esto desde antes de Otis.

Es una de las colonias más grande de Acapulco y en esa zona se ha convertido en una especie de centro comercial, en un punto de encuentro, pero aún así está abandonada.

Imaginemos cuál es el nivel de abandono en las que están las otras colonias y comunidades que no son tan grandes y conocidas como Ciudad Renacimiento.




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¿Por qué apostarle todo a la zona turística?

En las últimas décadas, el turismo ha sido insuficiente para Acapulco, pese a su dependencia. Los últimos tres informes del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), ubicaron al puerto como el municipio con más personas en situación de pobreza extrema en todo el país.

En 2010, Coneval informó que 108 mil 841 personas en Acapulco estaban en situación de pobreza extrema. En 2015, registró una disminución: 93 mil 513. En 2020, la pobreza extrema se disparó: 126 mil 672 personas no contaban con los ingresos suficientes ni para cubrir su alimentación, además indicó que había 394 mil 861 personas en situación de pobreza. El último censo del Inegi contabilizó 779 mil 566 habitantes. Saquemos las cuentas: más de la mitad de la población en Acapulco está en situación de pobreza y pobreza extrema.

Coneval tuvo que haber publicado un reporte este año, que incluiría los efectos de Otis, pero el gobierno federal lo desapareció.

El turismo en Acapulco no da para todos. El puerto sigue con dos hospitales generales, donde la atención es universal, para casi 800 mil habitantes. Continúa con un sólo centro cultural, que intentaron convertir en cuartel para la Guardia Nacional, pero la resistencia de la comunidad cultural lo impidió. Para los jóvenes hay dos unidades deportivas y dos bibliotecas.

Las carencias ahí siguen: 123 mil 241 personas tiene un rezago educativo; 281 mil 009 no tiene acceso a los servicios de salud; 419 mil 866 acapulqueños no puede acceder a la seguridad social; 130 mil 963 viven en espacios inadecuados, sin la calidad necesaria; 220 mil 919 no tienen los servicios básicos en sus viviendas y 262 mil 349 carecen de una alimentación nutritiva y de calidad, según reportes de Coneval y el Inegi.

El reporte del 2020 del Inegi, en Acapulco la población decreció 1.25 por ciento respecto al 2010. Eso tiene una razón: la ciudad se ha deteriorado, cada vez es más hostil, casi nada funciona: ni la recolección de basura ni la distribución de agua potable; la vialidad y el transporte público son caóticos. No hay espacios recreativos. Estamos ante una ciudad que cada vez se vuelve más inviable para habitarla. Es una ciudad muy violenta.




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Tras el huracán Otis, el ex presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador ofreció ayudas económicas que resultaron insuficientes para reconstruir a Acapulco, se limitó a reparar algunos daños, sin resolver los problemas de fondo, los de siempre. Hizo algo más: en marzo del 2024 comenzó con la construcción de 20 cuarteles para albergar a 10 mil soldados de la Guardia Nacional que de forma permanente vigilarán el puerto. Dijo que en Acapulco comenzaría un nuevo modelo de seguridad en el país.

Además, López Obrador anunció la construcción de dos unidades habitacionales con 660 viviendas para los soldados de la Guardia Nacional. El plan inicial era construir 38 cuarteles en Acapulco y dos en Coyuca de Benítez.

Desde noviembre del 2023, según dijo López Obrador, se desplegaron 10 mil soldados de la Guardia Nacional por todo Acapulco. Recorren incesantemente la Costera Miguel Alemán, pero los asesinatos no paran.

Fernando Terrazas Baños es el coordinador operativo de la secretaría técnica de la organización Guerrero es primero, una red de organizaciones de la sociedad civil que nació en 2015 a raíz de la violencia e inseguridad que se viven en el puerto. La organización recoge las demandas de actores locales para hallar alternativas y salidas a la violencia.

Terraza Baños considera necesarios los equilibrios: sí cuarteles, pero también bibliotecas, canchas, centros deportivos, culturales, espacios de esparcimientos, de distracción, de formación, más escuelas, más espacios comunitarios.

Pero en el tema de seguridad, dos años después de Otis, casi nada ha cambiado, dice Terraza Baños, siguen los asesinatos, las desapariciones, las extorsiones, las balaceras.

Acapulco está roto: su sistema de seguridad está desmantelado, la impunidad impera y el tejido social está desgarrado.
Desde que comenzó la violencia en Acapulco han pasado tres sexenios: el de Felipe Calderón Hinojosa (PAN), el de Enrique Peña Nieto (PRI) y el de López Obrador (Morena).

Calderón, Peña y López Obrador atendieron a Acapulco casi de la misma manera: llenaron las calles de militares. El resultado: el mismo.

A diferencia de Calderón y Peña, López Obrador ofreció combatir la violencia desde la causas: la pobreza, el desempleo, garantizar los servicios de salud, educación. Eso no ocurrió.




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Manuel Ruz Vargas es profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), es especialista en desarrollo urbano sustentable.

Ruz Vargas es contundente en su opinión respecto al plan de reconstrucción. De entrada enlista algunas deficiencias evidentes: es parcial, está desvinculado con los planes de desarrollo del estado y del municipio, es a corto plaza y fomenta aún más la dependencia al turismo como único motor económico de Acapulco.

Aunado a todo esto, de acuerdo a su experiencia, este tipo de proyectos no tienen continuidad ni vigilancia y sin eso van al fracaso. Algo más es la opacidad y la forma en que el gobierno federal ignoró la opinión de los acapulqueños.

“Se supone que debe de haber una planificación regional, estatal, metropolitana y municipal y después parcial. Aquí el problema es que se hicieron los planes y no se vincularon. Ahorita el Fonatur está haciendo un plan, pero no sabemos qué tan vinculado esté con el plan municipal y no lo sabemos porque no informan, las consultas son simulaciones […] Dicen que son 8 mil millones de pesos, el problema no es la inversión sino cómo los gastas, si siguen pensando que el principal objetivo es beneficiar al turista, eso va a generar más problemas sociales, va a haber más marginación, más problemas de inseguridad”.

El investigador considera que el turismo ha generado exclusión, segregación y hasta resentimiento entre los acapulqueños.

“Estos son los sentimientos de aquí: ´oye: viene temporada vacacional y me quitan el agua´. ´Porque toda la seguridad está sobre la costera y acá nos dejan solos´. Los acapulqueños no somos de segundo nivel ni de segunda clase, somos ciudadanos y tenemos el mismo derecho pero las dependencias tienen un interés muy particular en beneficiar al sector privado y deja un lado la cuestión social, hay una exclusión social que es parte de ese programa de gobierno”, dice.

Ruz Vargas considera que lo primero que se tuvo que hacer en Acapulco fue reconstruir el tejido social, trabajar en las comunidades afectadas, atender el medio ambiente para reconstruir la confianza en las autoridades. En Acapulco, dice, son más de 180 comunidades que están en pobreza extrema que necesitan atención urgente.




“Se necesita trabajar en las zonas marginadas para poder reactivar principalmente la cuestión social, del sentido de identidad y de pertenencia, eso es fundamental. Hay forma de sacar la pesca y la agricultura, pero no hay un incentivo, no hay una vinculación de los productores con el mercado local: los hoteles, a los restaurantes, trae pescado de Veracruz, de Mazatlán, eso no puede ser”, dice el investigador.

El modelo turístico de Acapulco, dice Ruz Vargas, no está beneficiando al local, recuerda una frase cotidiana que se repite en el puerto: “Desde hace 20 años se dice que cuando se pagan 100 pesos en un hotel, en dos horas ya se fueron 90, los 10 que quedan son para pagar la nómina y el resto no se reinvierte”.

Uno de los argumentos principales para sostener al turismo como principal fuente económica es que en los hoteles, restaurantes, bares trabajan los acapulqueños de las colonias alejadas, pobres y marginadas. Eso es cierto, son ellos los meseros, cocineros, garroteros, camareras, recepcionistas, taxistas pero cada vez es más complicado. Parte de sus salarios se van en pago del transporte público, sobre todo para los que trabajan en las noches.

Por la violencia el transporte se suspende temprano y los trabajadores tienen que pagar un taxi 120 pesos o más —eso significa casi la mitad del salario mínimo 278 pesos— para regresar a sus casas. A eso se le suma que las propinas que reciben son menos porque el turista que llega cada vez consume menos en establecimientos.

—¿Por qué no se ha diversificado la economía en Acapulco?

—Porque se ha estigmatizado el campo, se dice: el campo es pobreza, es marginación, y no hay apoyos. Hay países industrializados o agrícolas que son altamente rentables, vivir del campo es una garantía porque tienes un sustento: primero lo alimentario y después lo económico. ¿Qué es lo que pasa aquí? En la zona rural vienen y quieren sacar el agua pero esos pueblos no tienen el servicio de agua potable, no tienen ni electricidad. Esas medidas extractivas han hartado a la gente.

—¿Recuerda una obra, un proyecto, un plan para Acapulco que esté fuera de la lógica turística?

—Sí, Ciudad Renacimiento, reubicaron a 12 mil familias, unas 80 mil personas, con el argumento que se estaban contaminando las partes altas del municipio. Era una zona planeada con todo su equipamiento. Pero no planearon diversificar la actividad económica, siguieron pensando que todos iban a trabajar para el turismo.

Ruz Vargas recuerda un proyecto distinto al turismo:

“En los 70 estuvo el plan Nuevo Acapulco. Se pensó en desarrollar en el Valle de la Sabana una zona agroindustrial. Dijeron: “Vamos a crear lo que es el Coloso como el asentamiento de los trabajadores. Y vamos a hacer el ferrocarril”. O sea, ahorita lo del tren con la tecnología ya que existe, es algo realmente que se puede hacer. Sí se tiene aquí en Acapulco, sería el tema portuario, llegan los barcos por Puerto Marqués y ahí te van por tren a Salina Cruz y llegan a Coatzacoalcos y de Coatzacoalcos a Europa o al norte de Estados Unidos, a Florida. Y por acá hasta Nogales, Sonora, hasta Santa Fe, Nuevo México. Es comunicarte con el Pacífico, con el Atlántico y con Norteamérica, que es el mercado más importante”.




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La reconstrucción de Acapulco, su renacer, su transformación no se ve en el horizonte. En casi todos los planes de reconstrucción los problemas profundos, añejos están quedando a un lado. A muchos acapulqueños hoy lo que menos les preocupa es la reconstrucción material de la ciudad, como lo que en verdad buscan es adaptarse a una nueva forma de vida.

Adaptarse es la palabra que usan muchos acapulqueños para referirse a lo duro que es sobrevivir tras un desastre. Adaptarse significa buscar una nueva forma de sobrevivir tras perder el empleo; adaptarse es ir siempre a cuestas, con la moral baja; adaptarse es vivir sin agua potable, con calles obscuras, llenas de basura, con drenajes brotando e inseguras. Adaptarse es resolver por sí solos todo porque en la ciudad nada funciona. Adaptarse es escuchar el viento y la lluvia y tratar que el temor no los invada, a cargar con el estrés postraumático.




Cristina Blanco Organista es psicóloga, forma parte de la red de organizaciones sociales Guerrero es primero. Ha trabajado estos dos últimos años en colonias y comunidades de cerca con los sobrevivientes de Otis.

“La destrucción mermó la salud mental y por lo tanto la calidad de vida de las personas de Acapulco. No hablemos solamente de la cuestión económica, está el entorno violento, las carencias materiales y el deterioro de la salud mental. Nada más rascarle tantito y la gente se quiebra”, dice.

—¿Qué emociones detectas en personas de pasaron dos huracanes y viven en entornos de violencia y pobreza?

—Frustración, coraje. Se pierde mucho la esperanza y lo que nosotros decimos se pierde la capacidad de soñar en un futuro mejor. Se pierden los sueños y se pierde la chispa de la vida. Cuando tú le preguntas a un niño: ¿qué desea ser de grande? Piensa en sus condiciones, en lo que tiene que hacer para lograrlo y si sus papás no trabajan eso reduce sus posibilidades. En Acapulco es necesario seguir soñando, porque eso impide rendirse. Muchos están en estado de sobrevivencia y eso hace perder la esperanza, por eso es necesario el sueño porque de ahí nace la creatividad, la energía, la alegría.

Pese a todo, Acapulco no debe dejar de soñar.