Texto: Emiliano Tizapa Lucena
Chilpancingo; 5 de mayo de 2024
Gisela está harta de la violencia que ha sufrido por parte de su ex pareja, y a pesar de haberse divorciado desde hace seis años el hostigamiento, el maltrato y las amenazas que ejerce contra ella no cesan.
Su historia comenzó hace 20 años.
El 19 de diciembre de 2004, Gisela Dalila Gallegos Casarreal y Cuauhtémoc Eugenio Rentería se casaron en Chilpancingo tras cuatro años de novios.
La violencia que sufriría durante los siguientes años, dió los primeros avisos justo durante el noviazgo.
Era 2002, un día durante un paseo en la Alameda Granados Maldonado, Cuauhtémoc le hizo una escena de celos, enfureció y trató de ahorcar a Gisela, pero se arrepintió a los pocos segundos. Ella se asustó y terminó la relación, sin embargo, con los días él le insistió y nuevamente regresaron.
Dos años después de esa primera advertencia se casaron, pero Cuauhtémoc le mostró su verdadero rostro a los dos meses de la boda:
“La primera vez que me golpeó, recuerdo que era época electoral y había campañas, nos teníamos que trasladar a un lado y empezamos a discutir por eso, pero ya no fueron gritos, me golpeó en la cara, incluso, me dejó una marca en la sien, arriba de mi ojo derecho”.
La madre de Cuauhtémoc llevó a Gisela a la clínica América, pasaron juntas a la consulta y mintieron, dijeron que la habían asaltado.
Pero el médico se dio cuenta que no eran signos de un asalto, y le comentó a Gisela que si era víctima de violencia demandara a quien le había pegado. Pero la suegra de Gisela la convenció de no hacerlo.
A los tres meses de la boda, Gisela quedó embarazada, el parto estaba programado para diciembre de 2005, pero en noviembre, un mes antes; Gisela y Cuauhtémoc discutieron por el nombre que le pondrían a la pequeña, él perdió el control y la golpeó en el estómago, lo que aceleró el nacimiento.
Antes y después del parto de su primera hija, Cuauhtémoc amenazó a Gisela con quitársela:
“Yo no sabía hasta dónde era capaz de hacerlo, yo soy educadora y en ese entonces trabajaba en San Marcos, en la Costa Chica, y no me permitió ni siquiera llevarme a la niña (recién nacida), lo hacía para someterme y que yo viniera cada fin de semana”.
Gisela no quería que la apartaran de su hija. Además, tenía mucho miedo, porque Cuauhtémoc le decía que no valía, que nadie la quería, que ni su propia familia y sus padres la querían.
Cansada de los viajes constantes de la capital de Guerrero a San Marcos, en febrero de 2009 Gisela recibió su cambio de centro de trabajo a una escuela en Chilpancingo.
Cuauhtémoc, su hija y ella se independizaron de la casa de sus suegros y rentaron un departamento en el barrio de San Francisco, donde los abusos y los golpes se tornaron cotidianos.
“Un día mi casera intervino con una escoba porque él me estaba golpeando, en ese momento me acompañó a la agencia especializada y fue la primera vez que lo demandé por violencia”.
Pero cuando la denuncia iba a proceder contra Cuauhtémoc, a Gisela la invadió el temor, porque él le decía que afectaría su carrera política y que pensara en el futuro de su hija.
“La licenciada (del Ministerio Público) me vio golpeada y me dijo que yo pensara bien si iba a desistir, que ya me había pegado varias veces y que la vida iba a seguir así, pero me desistí por miedo y regresé con él nuevamente”.
De los golpes pasó a una violencia psicológica y económica.
“Me decía que no iba a poder sola, que él me iba a quitar todo. Me culpaba, que yo le iba a quitar a mis hijas lo que les correspondía todo por egoísta si lo dejaba”.
Cuauhtémoc quería que Gisela fuera una mujer sumisa, que ella estuviera en su casa, y que hiciera lo que él decía.
La primera vez que Gisela le solicitó el divorcio fue en 2014 después del nacimiento de su segunda hija; las humillaciones, los maltratos y los golpes no pararon.
Ante las peticiones de divorcio Cuauhtémoc la amenazó: “El divorcio no, primero te mato”.
En octubre de 2018, con una relación totalmente fracturada, nuevamente se salió de control una pelea y Cuauhtémoc golpeó a Gisela.
Ese día ella soportó los golpes, pero entendió que era su oportunidad de salir de esa vida tormentosa.
“Dije ya hasta aquí, vámonos, lo demandé, empecé mi trámite de divorcio en la Secretaría de la Mujer, yo iba golpeada y le dieron tres días para desalojar la casa. Entonces, yo firmé el 11 de febrero del 2019 el divorcio”.
Aunque terminó su vínculo legal con Cuauhtémoc, a Gisela le esperaban otros tormentos.
En Guerrero desde 2016 fue solicitada y admitida por el gobierno federal la declaratoria de Alerta de Violencia de Género contra las mujeres, por violencia feminicida.
Esta violencia extrema ha dejado en Guerrero 120 feminicidios, tan sólo de 2018 al primer trimestre de 2024, de acuerdo con las estadísticas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Este 2024, de enero a marzo se han contabilizado seis feminicidios oficialmente. Mientras que en el mismo periodo, 50 mujeres han sido víctimas de homicidio doloso, que colocan a Guerrero en el cuarto lugar a nivel nacional.
Otros datos acerca de la violencia extrema hacia la mujer los lleva la Asociación Guerrerense contra la Violencia hacia las Mujeres (AGVM) -quien solicitó en 2016 la alerta de violencia de género- y ha contabilizado en 2022 un total de 106 homicidios dolosos contra mujeres con presunción de feminicidio; de los cuales en Chilpancingo se han reportado 17 casos.
En 2023, aumentaron los homicidios dolosos contra las mujeres al registrar 138 con presunción de feminicidios, 23 de ellos en la capital del estado, según el monitor de violencia de género de la AGVM.
La AGVM informó que de enero al corte del 26 de abril de 2024 suman 57 homicidios dolosos con presunción de feminicidio en la entidad, de los cuales, siete han ocurrido en Chilpancingo.
Respecto a la violencia familiar, las cifras aumentan, según el mismo Secretariado Ejecutivo, en 2023 se recibieron 270 mil 544 reportes de violencia familiar en el país.
En Guerrero, de enero a marzo de 2024, el gobierno federal indicó en su más reciente reporte que se han recibido 794 llamadas al 911 para reportar incidentes de violencia contra la mujer.
En tanto, de reportes de violencia de pareja de enero a marzo de 2024 suman mil 80 casos en la entidad; y de “llamadas de emergencia relacionadas con incidentes de violencia familiar” Guerrero reportó mil 173 casos en el primer trimestre del año.
Gisela sufrió 14 años de maltratos, que por temor había callado, nadie sabía de la violencia que vivía hasta ese octubre de 2018.
“Esa vez fue cuando hablé totalmente a todo el mundo de la violencia que vivía, con mi familia y unas pocas amistades porque me daba pena”.
Gisela le contó lo que Cuauhtémoc le hacía, se sorprendieron; su papá se quedó callado y su mamá lloró un poco.
“Mi familia era una familia tradicional, muy sumisa, de pensar que así es la vida, que con el tiempo se van a arreglar y hay que aguantar por los hijos, pero varias veces (Cuauhtémoc) trató de aventarme de las escaleras, ya no era normal ni tampoco algo que podía pasar por alto porque me iba a matar”.
Al poco tiempo del divorcio, Cuauhtémoc platicó con el padre de Gisela, desde entonces su actitud cambió, y sus padres le dieron la espalda, él comenzó a darles dinero, y ellos a maltratar a su hija.
“Me hablaban a cada rato, que si ya iba yo al trabajo, que si yo ya regresaba, que con quién estaba, que si las amistades, que cómo me vestía, que cómo me dirigía con la gente, que yo era una mujer divorciada, que ya había fracasado una vez como para volver a fracasar y que las divorciadas eran unas locas, y que yo ya iba para allá”.
Los padres de Gisela, en marzo de 2021, quisieron quitarle a su hija menor de siete años. Se ls llevaron varios días a su casa, Gisela fue por su hija, pero no se la querían entregar.
“Me meten a la casa de mis papás y me empieza a golpear: mi hermana, mi mamá y mi papá. No sé cómo salí de verdad, pero me llevé a mi hija, mi papá me dijo te voy a hundir por ser una mala mujer, una mala hija”.
Al día siguiente, Gisela acudió con la abogada Rocío Carmona de la Secretaría de la Mujer, quien corroboró los golpes que tenía y le recomendó salirse con sus hijas de su vivienda, ya que se ubica frente a la casa de sus padres.
Al segundo día de lo ocurrido, Gisela y sus dos pequeñas se refugiaron en la casa de una amiga al sur de la ciudad.
En aquellos días el trabajo de Gisela lo hacía en línea. Y uno de sus amigos la vio conectada en línea en Facebook y le escribió: “¿dónde estás y qué estás haciendo? Dime qué estás bien”.
Gisela lo saludó, le dijo que estaba bien, y se enteró que primero había sido acusada de secuestrar a sus hijas, y después que estar las tres desaparecidas.
El 16 de marzo de 2021, la madre de Gisela, Priscila Casarreal Estrada levantó junto con Cuauhtémoc ante la Fiscalía General del Estado (FGE) tres alertas por desaparición: y fueron giradas dos fichas de la alerta Amber para buscar a las hijas de Gisela, y una del protocolo Alba Guerrero para localizarla a ella.
Gisela fue detenida, fichada e investigada por la Fiscalía.
Cuauhtémoc intentó, además, influir con el vicefiscal anteponiendo una relación con Érit Montúfar Mendoza, ex director de la Policía Investigadora Ministerial.
Gisela tuvo que comprobar que ni ella ni sus hijas habían desaparecido.
Meses después, el 26 de noviembre de 2021, Cuauhtémoc denunció por violencia familiar doloso a Gisela ante la Unidad de Investigación de Delitos Sexuales y Violencia Familiar por lo que se abrió la carpeta de investigación 12020170200738261121.
Cuauhtémoc declaró que tres días antes, a las 7:21 de la noche del 23 de noviembre recibió una llamada telefónica de su ex suegra, Priscila Casarreal, quien llorando le dijo que Gisela le estaba pegando a su hija más pequeña.
Cuauhtémoc mintió: dijo que su hija la más pequeña le contó que aquella noche del 23 de noviembre no había podido dormir porque su mamá estaba con sus amigos tomando, fumando y con un volumen alto de una bocina.
Las acusaciones de Cuauhtémoc cayeron cuando la Fiscalía pidió las declaraciones de las dos hijas.
De acuerdo con el dictamen pericial en materia de psicología hecho por Vianey Cruz Blanco, agente del Ministerio Público de la unidad de investigación 2 del Distrito Judicial de Bravo, las dos hijas de Gisela relataron que no habían sufrido ningún tipo de maltrato por parte de su madre, y que al contrario, preferían vivir con ella.
Las dos menores coincidieron que aquel 23 de noviembre, su madre salió a comprar a la papelería porque es maestra, y durante ese tiempo que estuvieron solas jugaron a las atrapadas, por lo que la menor gritaba fuerte.
Los intentos por arruinar a Gisela no pararon.
El 23 de febrero de 2022, Leonardo Gallegos Vargas, padre de Gisela, la demandó por un pago de 340 mil pesos, ya que argumentó que el 3 de marzo de 2020 le firmó un pagaré por 383 mil pesos y ella apenas le había pagado 40 mil.
Gisela argumenta que nunca firmó un pagaré, porque no recibió nunca un préstamos de su padre, quien no ha tenido dinero para prestar esas cantidades ni se ha dedicado a ello.
Además, indicó que en el pagaré falsificaron su firma, el cual no tiene fecha de pago, ni aval.
La intención con la deuda es quitarle su casa, la cual durante el matrimonio compraron el terreno entre Gisela y Cuauhtémoc, y ella construyó poco a poco.
A los seis meses de presentada la denuncia de la deuda, entre la Fiscalía y el juez aprobaron que se le retuviera el 30 por ciento de su sueldo base a Gisela y demás prestaciones.
“Mi abogado me comunica hace ocho días que el dinero que estaba guardado en la cuenta que ellos tienen como juzgado donde se va el dinero retenido hasta que la sentencia no se dicte ya fue entregado desde el 2023, cuando aún no hay sentencia”.
El temor de Gisela, aumentó porque se enteró que su padre busca que con los intereses de la supuesta deuda, el monto ascienda a un millón de pesos, con el objetivo de quitarle la casa. Gisela está convencida de que detrás de todo está su ex pareja.
Gisela está harta, pero la violencia que ejerce Cuauhtémoc traspasó una barrera: sus hijas.
El 3 de junio de 2023, Cuauhtémoc estaba en su casa con sus dos hijas, se preparaban para ver una película. Sin embargo, la menor al sentarse sobre un sofá aplastó accidentalmente los lentes de su hermana mayor, lo que enfureció a su padre, quien le dio una bofetada en rostro.
Cuauhtémoc pidió que le mintiera a su mamá lo que había ocurrido, pero la menor terminó confesando.
Por ello, Gisela lo demandó por violencia familiar, y el proceso ha tenido obstáculos, pues se enteró que en la FGE él tiene una actual pareja, además, junto a su defensa han argumentado que están dispuestos a pagar sólo una reparación de daño con terapias psicológicas por un monto de 6 mil pesos.
Este lunes 6 de mayo de 2024 tendrá lugar la audiencia para desahogar este caso.
“Solo pido justicia y que lo alejen de mí para siempre, y si él no se quiere hacer cargo de sus hijas no importa yo les daré todo el amor que él no, pero que no me las dañe”.
Gisela pide al gobierno del estado que ponga los ojos en las personas que no tiene dinero o vínculos políticos, porque argumenta que si no “tienes dinero o tienes conocidos las leyes no existen”.
“A mí se me han violado mis derechos como persona, como mujer, como madre y como trabajadora porque me están descontando un dinero que yo no debo y que les falta a mis hijas”.
Gisela no pretende un acuerdo económico, porque además, Cuauhtémoc la amenazó que si amplía a todos sus trabajos el descuento del 40 por ciento para la pensión alimenticia de sus hijas les dejará de pagar su educación.
“Si él se quiere alejar de mis hijas no hay problema, si demuestra que es una persona sana yo acepto que tengan una relación sana de padre e hijas, si no prefiero que lo retiren de ellas y de mí”.
Cuauhtémoc se siente impune. Gisela le teme porque durante todos los procesos legales él ha echado mano de sus influencias.
Él se dice ahijado del ex gobernador, Héctor Astudillo Flores, incluso, él lo dio de alta en el Ayuntamiento de Chilpancingo en 2010 cuando era alcalde en la nómina 03 de extraordinarios con categoría de auxiliar.
También se dice amigo de los hermanos Érit y Bonifacio Montúfar Mendoza que hacen vida política también en el PRI; donde Cuauhtémoc recientemente tomó protesta como secretario de Acción Electoral del Comité Directivo Estatal (CDE).
Oficialmente, Cuauhtémoc trabaja en el Servicio Médico Forense (SEMEFO) que depende de la Secretaría de Salud, por lo que se dice cercano a la secretaria general de la Sección 36 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Secretaría de Salud (SNTSA), Beatriz Vélez Núñez; pero además es asesor del diputado local priista, Jesús Parra García, en el Congreso del Estado.