Texto y fotos: Emiliano Tizapa Lucena

Acapulco

Cecilia Cortés García tiene 50 años, 35 los ha dedicado al restaurante Celia II que le heredó su madre en la playa de Puerto Marqués.

La madrugada del 25 de octubre de 2023, el huracán Otis, de categoría cinco, impactó en Acapulco, la parte del restaurante de Cecilia que tenía techo de lámina se voló; para renovarlo construyó una losa, restauró una palapa con vista al mar y su cocina la remozó con loseta.

El 1 de septiembre, Cecilia reabrió a los visitantes su negocio, sin embargo, 22 días después el huracán John que dejó cinco días de lluvias formó un socavón en la calle Miguel Alemán y destruyó 16 restaurantes, entre ellos el suyo.

Ahora la mitad de la construcción del Celia II está sin cimientos, las dos propiedades ubicadas a un costado colapsaron; frente al local se formó un gran agujero y la palapa con vista al mar de Cecilia también quedó de lado.

A las 10 de la mañana del 18 de octubre de 2024, Cecilia aún está retirando escombros de su cocina, lo hace con cuidado porque el piso se mueve, la construcción está fracturada.

Uno de sus hijos está tratando de desinstalar el cableado de la palapa y rescatar los materiales que aún sirven.

“Estamos en una situación muy devastadora, queremos levantarnos y echarle ganas pero que también nos volteen a ver las autoridades. No estoy acostumbrada a que nos mantengan pero desgraciadamente John se lo llevó todo”, dice Cecilia.

Ceci –como le dicen– es de tez morena, usa unas sandalias rosas y viste un camisón grande de colores amarillo, azul y rojo con un grabado en el pecho del rostro de Frida Kahlo.

A pesar de todo, Cecilia sonríe, pero explica que estos restaurantes son el único sustento de decenas de familias.

“De repente me pongo bien, de repente me aprieto el estómago, ¿cómo pasó esto? Porque la verdad es lo único que tenemos, estoy desesperada porque nadie terminó carrera, nadie tiene un puesto de trabajo más que ser comerciante; tengo tres hijos y siete nietos y todos dependen de aquí”, dice.

En la calle Miguel Alemán casi esquina con la C-4, bajo la sombra de dos toldos hay un grupo de restauranteros y trabajadores afectados. Desde que se formó el socavón se reúnen diariamente de 9 de la mañana a 6 de la tarde, esperando a que las autoridades acudan.

Concepción Palma, otro dueño afectado, cuenta que tras Otis todos utilizaron los apoyos que entregó el gobierno del ex presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, para mejorar sus restaurantes, pero el huracán John los dejó sin condiciones de trabajar nuevamente.

Estamos en la desgracia, no sabemos por dónde arrancar, no sabemos qué hacer, estamos muy preocupados mientras el gobierno está sentado en su oficina”, dice Concepción.

La exigencia de los restauranteros es que el gobierno tire las edificaciones dañadas, retiren los escombros, arreglen los cimientos y las tuberías del drenaje, que se pavimente la calle y a partir de ahí, ellos construirán enramadas y palapas y harán lo que han hecho toda su vida: atender a los turistas.

“No tenemos otra fuente de trabajo más que el turismo. Los restauranteros, los prestadores de servicios y los colaboradores, me refiero a los que limpian los platos, meseros, cocineros y quienes estacionan carros. Nosotros le damos empleo a nuestras propias familias y ahorita estamos desempleados”, dice el marquesano.

Entre más pasan las horas la preocupación aumenta afirma Concepción, la esperanza de recuperarse para recibir turismo en la mejor temporada vacacional que es en diciembre se esfuma.

“Cuando el hijo empiece a pedir leche y comida ahí va a ser otra cosa, vamos a salir a asaltar, que no nos gustaría pero si no hay dinero y tienes a un enfermo, yo como hombre me veo obligado a ir asaltar”, confiesa el hombre.

Concepción reprocha que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no visite Puerto Marqués: “Que camine con el pueblo para sentir que nos va a arropar, la cargan en el helicóptero y mientras nosotros estamos jodidos acá abajo sintiendo los chingadazos”.

La propietaria del restaurante Paicos –que también quedó en escombro–, Concepción Padilla Gutiérrez asegura que perder su patrimonio es desesperante porque de esos 16 locales destruidos dependen cerca de 300 familias.

“Tengo 50 años de casada, el restaurante anteriormente lo trabajaba mi suegra, antes era una enramada típica, sencilla de madera y palma; mi esposo la heredó y él se lo va a heredar a sus hijos”, dice la mujer.

Las necesidades de los marquesanos afectados, dice Padilla Gutiérrez, es la falta de dinero para comer mientras reconstruyen sus negocios.

“Los hijos van a entrar a la escuela y van a querer para el pasaje, para lo que necesiten en la escuela. Hay muchas personas que ya somos grandes y necesitamos comprar medicamentos”.

La desgracia de los marquesanos no es gratuita, los pobladores responsabilizan del desastre a la Capitanía de Puerto Marqués que la Secretaría de Marina construyó en 2010.

Los habitantes le llaman “la Marina de la muerte” al muelle donde estacionan yates y embarcaciones; el proyecto contemplaba que fuera un muelle piloteado, pero pusieron piedras y arena y le ganaron metros al mar, eso provocó que las corrientes marinas cambiaran y golpeen directamente a los restaurantes.

Aunque los 16 restaurantes están destruidos, apenas significan un 5 por ciento de todos los locales que están en Puerto Marqués vacíos, esperando a turistas que no llegan.

La playa está semivacía, cada 200 metros hay una que otra familia de bajo de una palapa o tomándose fotos en la playa casi desierta frente a un mar que refleja el intenso sol.

A pesar de los huracanes y los desarrollos inmobiliarios, Puerto Marqués sigue siendo un paraíso turístico y guarda esa belleza natural que vieron los ojos de los primeros habitantes de este ejido, quienes fueron despojados de su tierra por el gobierno mexicano en los tiempos del PRI.

Uno de los últimos testigos de esa historia y activista que aún lucha por la tierra marquesana es Gumersindo Palma, mejor conocido como el Gallo de Oro, un hombre de 75 años, de oficio lanchero.

El huracán Otis lo retiró del mar, de donde dice lo hicieron; y es que cuando Puerto Marqués no estaba conectado por carretera con la bahía de Acapulco, sus padres vendían en el Zócalo leña y carbón el cual transportaban en canoa: “y ahí me hicieron, en el mar”.

Gumersindo cuenta que fue el ex presidente de la República, el priísta Miguel Alemán Valdés, quien en 1949 despojó y quemó las casas de los marquesanos, además les tachó sus certificados agrarios que el presidente Lázaro Cárdenas del Río les había entregado.

La desgracia de los marquesanos no terminó ahí, Gumersindo reprocha que el ex presidente priísta, Carlos Salinas de Gortari, les arrebató sus parcelas de siembra a los ejidatarios de Puerto Marqués y se edificó sobre ellas lo que hoy se conoce como Punta Diamante.

Sentado bajo una sombrilla en una mesa frente al mar, Gumersindo dice: “Me duele mi pueblo porque nos tienen discriminados; queremos que la gobernadora (Evelyn Salgado Pineda) nos reciba, se lo pedimos de rodillas. Tenemos un decreto donde dice que estas tierras son de los marquesanos y siguen siendo ejido”.

La lucha de Gumersindo es por 200 hectáreas de un cerro  que colinda con Puerto Marqués, a donde exigen ser reubicados.

“Vivímos en esas tierras como 10 años, pero entró (el ex gobernador) Zeferino Torreblanca y nos mandó a desalojar, hubo muchos golpeados, mi esposa falleció y por eso con más ganas estoy decidido, si es posible voy a morir, pero quiero dejar a mi gente bien, tengo 600 familias detrás de mí que me están pidiendo las tierras para vivir. No tenemos ni panteón dónde enterrarnos”.

En tres años de gobierno de la morenista, Gumersindo asegura que ha viajado a la capital de Guerrero, Chilpancingo, para solicitar a Salgado Pineda una audiencia, pero la respuesta de siempre es que “no hay espacio”.

Puerto Marqués según el último censo del INEGI en 2020 tiene una población de poco más de 8 mil habitantes, además es la cabecera de 17 colonias aledañas.

“Puerto Marqués colinda con Las Brisas, de otro lado con Punta Bruja y con Icacos. Hacia la carretera con Cumbres de Llano Largo y con la zona Diamante”, dice Gumersindo.

Pero mientras esa lucha aún no se concreta, los vecinos del pueblo de Puerto Marqués todavía limpian el desastre que les ocasionó el huracán John.

Una prima hermana del Gallo de Oro, Araceli García Palma, de 64 años, está sentada en una silla de plástico afuera de su casa en la manzana 8, lote 68 de la calle Nueva.

La mujer viste un vestido estampado con piel de leopardo, usa lentes, sandalias negras, las canas comienzan a expandirse en su cabellera corta. En su mano derecha sostiene un bastón improvisado, que más bien es un palo que originalmente sirvió junto a una escoba para barrer.

Araceli muestra sentada a dónde llegó el nivel del agua que inundó su pueblo, un poco más de dos metros de alto.

En un pequeño patio a un costado de su casa, Araceli muestra las mesas, sillas, trastes, lavadora, refrigerador, una estufa aún en su caja de cartón que irónicamente recibió como damnificada por el huracán Otis: todo está enlodado.

En la casa de Araceli, que consta de dos cuartos, un baño, una sala comedor unido a una cocina todavía hay una capa de lodo en el piso. En las paredes quedó sellado el nivel que alcanzó el agua y el lodo.

A casi un mes del paso del huracán John los habitantes de Puerto Marqués no tienen agua potable, lo poco que ha limpiado Araceli se debe a que un nieto le acarrea agua del mar para ir limpiando sus trastes y un par de mesas.

La casa de Araceli guarda un olor peculiar entre el lodo, agua estancada y agua de mar.

“Sisisí”, como apodan al hermano menor de Gallo de Oro, Mauro Palma, de 72 años, también sigue limpiando su casa. La situación es similar, con lodo en piso y paredes, con olor a humedad y sin agua para limpiar.

Mauro es de complexión delgada, cabellera y barba blanca. Ese día usa una bermuda y playera verde. La inundación, dice Sisisí, no le preocupó, porque él no se muere ahogado: “Aquí nacimos, desde chiquito soy anfibio, no puedo estar solo en tierra”.

Sisisí sobrevivió porque su casa tiene un segundo piso, ahí se refugió, actualmente subió algunos colchones, muebles y ropa para que se sequen con los rayos del sol.

Socorro Palma Ruiz, la hija del Gallo de Oro, dice que a pesar de que se inundaron, los marquesanos con lanchas y motos acuáticas anduvieron ayudando a las personas de los fraccionamiento Las Garzas, El Palmar, Las Gaviotas, Homex, La Colosio y La Alborada que también quedaron bajo el agua.

Socorro dice aún duerme en una escuela que se abrió como refugio en Puerto Marqués; su casa es de techo de lámina y dice todavía le da miedo cuando sienten un aire y una lluvia.

Hasta que termine de limpiar su casa y haya condiciones volverá tranquila.

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