Petición de lluvia en pueblos nahuas,
tradición amenazada por el tiempo

Texto y Foto: Cristo Reyno Nepomuceno Ramírez / Gusanos de la memoria
En México, adaptarse a la sociedad moderna exige, muchas veces, abandonar nuestros pueblos y adoptar el español, pues todo lo oficial —desde el sistema penal hasta el educativo— está escrito en esa lengua. Esto nos distancia de nuestras raíces y se pierde nuestra forma de ver el mundo. Pertenecer a un pueblo indígena implica ser heredero de una cultura y tradición ancestral.

Sin embargo, el ambiente de hostilidad, violencia, discriminación y racismo hacia nuestras comunidades ha provocado que nuestro idioma, costumbres y tradiciones dejen de transmitirse a las nuevas generaciones, como si de un secreto vergonzoso se tratara.

Para los pueblos indígenas, el año se divide en dos etapas: la temporada de lluvias y la de sequía. Los últimos días de abril y los primeros de mayo se llevan a cabo las peticiones de lluvia en todo el territorio nacional, puesto que el agua, es fundamental para asegurar una cosecha próspera y evitar el hambre en nuestros pueblos.

En la comunidad nahua de Tlatlauquitepec, en la Montaña de Guerrero, la petición de lluvia se realiza en el Cerro Sagrado llamada Chinikisko, que en español significa “pequeño arroyo que fluye”. Los rezanderos más antiguos relatan que, años atrás, esta ceremonia congregaba a numerosas comunidades vecinas, como El Duraznal, Chalma y Ayotzinapa. Con el tiempo, la asistencia disminuyó drásticamente y, el confinamiento por la pandemia por Covid-19, terminó por amenazar aún más esta tradición.

En la Montaña de Guerrero, el maíz es esencial para las comunidades nahuas. Su existencia está ligada al concepto de comunidad; como dicen los abuelos: “Para que una sociedad exista, primero debe existir el maíz, porque sin alimento no hay pueblo”.

Para este ritual se recurre a las figuras de las “mayordomía”, —que son parte de la forma de organización de los pueblos— este cargo comunitario es muy importante, ya que una familia es designada para aportar alimentos y otros elementos necesarios para la realización de este ritual. Esto es parte de los trabajos inherentes a la vida en un pueblo indígena, donde todos debemos contribuir en algún momento para preservar nuestras tradiciones.

Nuestras culturas deben resistir el embate de la globalización. Es una tarea ardua, pero involucrar a los jóvenes en esta labor es necesario y representa un hilo esperanzador, así me gusta creer que el destino de encaminarnos hacia la extinción como pueblos indígenas aún puede cambiar.








